El ciclismo asturiano no es capaz de salir del luto. En diez días se nos han ido dos grandes personajes del deporte de las dos ruedas. El primero en hacerlo fue Luis Balagué. El que fuera gregario de lujo y fiel escudero de grandes campeones como Jacques Anquetil, José Pérez Francés, Agustín Tamames y, sobre todo, Luis Ocaña, al que el escalador ovetense arropó en los míticos puertos del Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España, falleció días atrás a los 76 años después de una larga enfermedad.
Ahora el covid-19 se acaba de llevar a los 70 años a Manolo Rodríguez, “el Cocañu”, tras dos meses ingresado en el HUCA luchando por mantenerse entre nosotros. Por Julio Manuel Rodríguez Álvarez, que era lo que ponía en su DNI, no lo conocían ni en casa. Que tenía como primer nombre Julio no lo sabía prácticamente nadie, pero hablar de Manolo “el Cocañu” era hacerlo de un personaje histórico en el ciclismo asturiano.
El Cocañu empezó a hacerse notar ya desde principios de los 60 cuando entró en la Vuelta a Asturias que de aquella organizaba el diario “Región”, dirigido por Ricardo Vázquez Prada. Entró como chico que hacía todos los recados y de la mano de un patrocinador de la prueba como era cervezas el Águila Negra. Pronto se le vio marcando recorridos y, sobre todo, en los finales de etapa entregando a las autoridades el maillot de líder de Almacenes Generales para que se lo impusieran al primer corredor clasificado. A los ganadores también se les entregaran unas botas Chiruca, que siempre llamaban la atención de los corredores.
Cuando la Vuelta pasó a ser organizada por Julio Álvarez Mendo en colaboración con LA NUEVA ESPAÑA, el protagonismo del “Cocañu” fue creciendo: era el hombre de confianza del director de la carrera. Ahí estaba siempre Manolo en la salida preparándolo todo para el corte de cinta y luego en el podio de meta llevando a las azafatas y los maillots de la general, la montaña y los sprints especiales para que las autoridades se los impusieran a los ciclistas.
Manolo vivía todo esto con su amplia y perenne sonrisa y una risa contagiosa. Eso sin olvidarnos que también llevaba preparada la botella de champán para que el corredor que ganaba la etapa o el primero de la general la descorchara y rociara a los aficionados y autoridades. Con el tiempo, el cava fue cambiado por la sidra de El Gaitero en homenaje a Asturias. El Cocañu disfrutaba todo este ritual como si fuera el ciclista triunfador. De hecho, muchos de los grandes ciclistas profesionales que le conocían de participar cada año en la Vuelta convirtieron en un ritual bañarlo en el podio con el líquido espumoso.
A medida que pasaban los años, la figura de este ovetense fue creciendo en protagonismo, llegando a organizar las salidas y metas de etapas de la Vuelta. También era el encargado de entregar las acreditaciones para vehículos de equipos, patrocinadores y medios de comunicación. Nada se movía en la carrera sin el permiso de Manolo. Y todo eso lo hacía con entusiasmo, igual que ejercer como la mano derecha de Mendo en la organización de la carrera. Lo que le suponía un rompedero de cabeza era cuando la Vuelta tenía finales de etapa en Cangas de Narcea o Llanes. Tocaba entonces encontrar habitaciones para toda la caravana ciclista y repartirlas para que cada uno durmiera en su lugar. Era de las escasas ocasiones en las que su perenne sonrisa desaparecía de su rostro. Solo regresaba cuando todo estaba bien distribuido y llegaba la hora de cenar con todo el grupo. Entonces, ya relajado por haber salvado la jornada, disfrutaba como el que más.
La repentina muerte Julio Álvarez Mendo como capo de la Vuelta a Asturias le afectó mucho. Pero Cristina Álvarez, la hija del histórico organizador de la ronda asturiana, que tomó pronto las riendas de la carrera, volvió a llamar a Manolo “el Cocañu” como hombre de confianza. Y así volvió a disfrutar de la Vuelta a Asturias y la Subida al Naranco, que sigue organizando LA NUEVA ESPAÑA.
En los últimos años, a Manolo siempre le gustaba vacilar de ser el personaje más veterano de la Vuelta, donde comenzó al inicio de los 60. Todo aquel que se lo discutía no tardaba en encontrarse con el “Cocañu” enseñándole las credenciales que tenía de aquellos primeros años. Sus amigos le provocaban diciéndole de lo tenía todo escondido en un zulo en el sótano de su casa. Gran verdad. Al final de cada edición de la Vuelta a Asturias, “el Cocañu” guardaba celosamente en su zulo una muestra de todo lo que llevaba en su coche para la carrera: maillots, trofeos... Y cuando había una discusión de cómo era tal o cual maillot de años atrás, Manolo acudía al zulo y traía al día siguiente el maillot oficial de aquella edición. Atesoró una colección extraordinaria que hace un recorrido por más de medio siglo de la historia del ciclismo asturiano. Era algo así como la memoria histórica en vida de la Vuelta a Asturias.
Coque Montero se lo llevó para su grupo cuando formaron la directiva de la Federación Asturiana que presidió el de Lugones. Al “Cocañu” le tocó ser vicepresidente. Y cuando Montero se cansó del cargo pensó en su mano derecha para que le relevara. Y así, Manolo, siempre apoyado por Montero, fue nombrado presidente durante dos legislaturas entre 1985 y 1992. Representar a Asturias ante el ciclismo español fue el cénit de su carrera. Todo un orgullo para él. Como lo fue más tarde también ser el alcalde de barrio de Colloto.
Todo esto sin contar que cada verano montaba en la Feria de Muestras de Gijón un chiringuito para vender bocadillos de calamares. Sin duda, se nos fue un gran personaje asturiano. Descanse en paz.