Hubo que esperar más de tres cuartos, pero la respuesta quedó suficientemente clara ayer en la pista del Alicante. El Unicaja Banco Oviedo, otra vez confeccionado a base de jugadores que quedaron colgados en el mercado o que tenían perfil bajo, no solamente es un equipo competitivo, sino que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Ayer pintaron bastos tras los primeros treinta minutos, que vieron un equipo ovetense superado en defensa y errático en ataque. El mismo equipo que dio varios pasos al frente en el último cuarto, apretando las tuercas a los locales y anotando como un ciclón para forzar hasta dos prórrogas, para acabar imponiéndose en el último segundo de la segunda, con una canasta tras rebote de Oliver Arteaga.
Pocos podían sospechar un final así de feliz viendo el guión por el que discurría el partido. El ataque era un solar, con un Kamba muy activo pero en modo escopeta de feria. Pero el verdadero drama estaba atrás. Llompart, rejuvenecido, era una pesadilla, dirigiendo a la perfección y formando una gran sociedad con sus interiores. Encima, el rebote defensivo era un agujero negro.
Pese a la superioridad mostrada por los alicantinos, el marcador nunca llegó a romperse del todo. Distintos aciertos individuales lo impidieron. El primer cuarto finalizó con ocho puntos de ventaja, que fueron rebajados hasta los tres al descanso gracias a Frey y Arteaga.
El tercer cuarto pareció definitivo. El Alicante se escapó hasta los trece puntos de ventaja, machacando una y otra vez cerca del aro, y los de Lezkano iniciaron el último cuarto once puntos abajo (56-45).
Y, de repente, se hizo la luz. El OCB salió como un ciclón, concentrado en la defensa del pick and roll y más intenso en general en todas sus acciones. Kamba, tremendo en ambos lados de la pista; Kabasele, muy batallador bajo los aros, y Meana, con clarividencia ante la canasta contraria, llevaron la igualada al marcador (61-61). Desde ahí al final, emoción llevada a la máxima expresión, con el final del tiempo reglamentario y de la primera prórroga que pudieron decantarse para cualquiera. Lezkano recuperó a todos para la causa: a Kostecka, que vio aro hasta que cayó eliminado; a McDonnell, que exhibió su inteligencia; a Frey, tremendamente decisivo. Y, por supuesto, a Arteaga. Decía Lezkano en los días anteriores que esperaba que el veterano mantuviera el nivel. Su respuesta: 23 puntos en 25 minutos y la canasta decisiva en el último suspiro después de una gran defensa que provocó que el Alicante no cruzara a tiempo a pista contraria.