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Pickleball: cómo jugar al deporte que arrasa en Estados Unidos

Está creciendo al mismo ritmo que el precio de la gasolina. Es una mezcla de tenis, bádminton y pimpón. Ya lo señalan como “el sucesor del pádel”. Ha abierto en Sabadell el segundo centro 'indoor' de España

Dos jugadores pelotean en una pista de pickleball en Sabadell.

Te entran los mismos sudores que al poner gasolina. Te dan una pelota agujereada, una especie de pala de pimpón XXL y te sueltan en una pista tamaño bádminton. ¿Pickle-qué? Tardas más en aprenderte el nombre que en ganar un set. Ya lo señalan como “el sucesor del pádel”. Es un deporte 3 en 1: una mezcla de tenis, bádminton y pimpón. Ha abierto en Sabadell el segundo centro 'indoor' de España. 

Nueva palabra que aprender con zapatillas: pickleball. Si la tecleas en Google, aparecen más entradas que partidos gafados por Toni Cantó. Ya hay agencias de viajes que buscan destinos en función de dónde se puede jugar. Cruceros con pistas para pelotear en alta mar. Hasta se puede montar un buen pollo entre set y set en la cadena americana de restaurantes Chicken N Pickle.

Pala y pelota de pickleball. Álvaro Monge

“El deporte que arrasa en Estados Unidos”, repiten desde hace años los titulares de internet. Sí, es el deporte que más ha crecido en EEUU por segundo año consecutivo, según recoge la asociación estadounidense de pickleball (USAPA). Solo allí –calculan- habrá ya 4,8 millones de jugadores. En España se van acercando al millar, según los datos de la asociación española. “Las primeras pistas de toda Europa dedicadas en exclusiva al pickleball –saca pecho Álex- se hicieron en Catalunya, en Sant Andreu de Llavaneres”.

“Yo soy el zumbado que lo traje aquí”, se presenta desenfundando sus raquetas. Álex Jiménez, 47 años, ojo con sus remates. Es el presidente de la asociación catalana de pickleball. Él lo descubrió hace cinco años por unos conocidos de Miami. “Vi que existía la asociación española [se creó en 2012] y fui un fin de semana a probarlo a Madrid”. Y se enganchó. “Veías a gente de todas las edades jugar –recuerda-. Es más familiar que el pádel”. Un año después ya estaba montando la asociación catalana.

Álex Jiménez, presidente de la Asociación Española de Pickleball. Álvaro Monge

“La pala tiene que ser el doble de larga que una de pimpón”, Álex te da una raqueta y una clase exprés antes de salir a la pista. La pelota está agujereada: “Wiffle”, la llaman. Muy ligero todo. Enseguida te creces: la pista tiene tamaño bádminton. En una de tenis caben 4 de pickleball. 

Se juega a 11 puntos, solo se puntúa cuando se está sacando. El servicio es igual que en el tenis: en diagonal. Tiene que botar una vez en cada lado antes de poder devolverla sin botar. La zona verde a pie de red es la “cocina”, la zona de no volea. “No puedes entrar a no ser que la pelota esté dentro”. Y lo más importante: “Aquí nadie se enfada”, te garantizan. Todos mantienen los modales en la pista. 

Parece fácil, hasta que te intentan explicar cómo va la puntuación. Se te queda la misma cara que al escuchar a Pablo Iglesias reflexionando sobre la 'Patrulla canina'. “Va muy bien para la memoria”, se ríe Álex. Quien saca tiene que decir tres cifras antes de darle a la pelota: tu puntuación, la del contrario y el orden del jugador que está sacando.  

"El deporte de las 3G"

Le coges el tranquillo en 3 minutos. En 5, ya correteas con aires de Rafa Nadal. “Tiene un nivel de frustración muy bajo”, asiente Álex en cuanto ganas tu primer punto. “El deporte de las 3G”, lo llaman. Por las tres generaciones que une sobre la pista. “Pueden estar los nietos, los abuelos y los padres jugando en la misma pista –aseguran-. De hecho, en EEUU los clubs que se están formando suelen tener unas 4 o 6 pistas 'indoor', 4 o 5 exteriores y una barbacoa”.

Almudena Lázaro, cofundadora de Vila Pickleball, juega en una de las cuatro pistas de su centro 'indoor'. Álvaro Monge

Aquí hay bar 'healthy' en vez de barbacoa. “Porque no tenemos salida de humos”, se ríe Almudena Lázaro. Es la cofundadora de Vila Pickleball (Milà i Fontanals, 151, Sabadell). Abrió hace apenas cuatro meses, pero ya se ve vaivén de habituales. Es el segundo centro 'indoor' de España (el primero está en Albacete). 1.200 metros cuadrados, 4 pistas, salas de yoga, ambiente familiar. La gente te sonríe con la misma intensidad que si te quisieran captar en una secta. ”Hoy no puedo, tengo pickleball”, se lee en alguna camiseta.

El pasado domingo estuvo por aquí dando clase uno de los mejores jugadores del mundo: Dave Weinbach. Ya hay quien viene a pelotear hasta tres veces por semana. “Los que han probado –asiente Almudena-. Si conseguimos que la gente pruebe, esto será un éxito. Ese es el secreto”.

“Es súper adictivo –insiste Álex-. La gente que juega al pickleball siempre que viaja busca un sitio donde haya pistas”. Y te enseña una app que localiza pistas por el mundo: Places2Play.

“Sociable, cercano, poco frustrante, y accesible a todo el mundo”, enumera Almudena. “Es un deporte muy inclusivo –concluye-. Suelen venir a jugar de la Federació Catalana d'Esport Adaptat”. Pueden compartir pista jugadores en silla de ruedas y de pie. 

“Es un deporte con mucho potencial”, también da fe el presidente de la asociación española de pickleball, Roberto Pérez. Ya hay asociaciones de Galicia a Valencia. “Ahora vamos a lanzar una unidad didáctica para los profesores de Educación Física –adelanta-, para que puedan introducir el pickleball en los colegios”.

En mayo se juega el Madrid Open; en junio, la Revolution Cup en Cádiz; en julio, el European Open Pickleball en Rota y, a principios de septiembre, el ya tradicional Spanish Open Pickleball, en Madrid. “Este año –adelanta Roberto- formará parte de las pruebas del circuito profesional americano APP”.

No es nada nuevo: se inventó en 1965. Puede que suene a chino, pero es americano. Como todos los grandes inventos, se creó por puro aburrimiento. Un senador quería jugar con un amigo en la pista de bádminton de su jardín. No encontraron ni las raquetas ni el volante, así que improvisaron con unas palas y una pelota agujereada. Se quedó el nombre del que más insistentemente persiguió la pelotita: Pickle, el perro.

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