Final de la Copa del Rey
El Madrid confirma que jugará la final de Copa tras plantarse por su guerra con los árbitros

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. / EP

Gloria y éxito. Pero también dolor y rabia. Las lágrimas vertidas por Ricardo de Burgos Bengoetxea, el árbitro designado para pitar la final de Copa de este sábado en La Cartuja sevillana, marcan un momento inaudito en el fútbol español. El árbitro acosado suplica algo tan difícil en estos tiempos: cordura. El Real Madrid se indignó, se ausentó de todos los actos previos al partido y, ante la incredulidad de la Federación Española de Fútbol (RFEF), amagó con no jugar el partido si no había un cambio de árbitros, especialmente el de Pablo González Fuertes (VAR). Finalmente, el club blanco negó la mayor y confirmó que jugará la final, asegurando que «nunca» se planteó no hacerlo. El Gobierno ayudó a ello.
En la Federación no podían creer lo que estaba pasando. Los empleados sudaban la gota gorda, hacían llamadas y trataban de certificar que, en efecto, el Real Madrid había protagonizado un plantón histórico en la víspera. No solo eso. Que el club presidido por Florentino Pérez valoraba incluso llegar hasta el final y no disputar el partido. Algo que después la entidad blanca calificó de «rumores».
Tras la rueda de prensa matutina del árbitro de la final, Ricardo de Burgos Bengoetxea, en que el colegiado bilbaíno rompió a llorar al sentirse acosado en plena campaña de vídeos por parte de Real Madrid TV, y las denuncias de Pablo González Fuertes, responsable del VAR, amenazando incluso con una huelga, la entidad blanca tiró por el camino más recto. El del plante. El mismo que empleó en la última gala del Balón de Oro, cuando el agraciado fue Rodrigo, centrocampista del Manchester City, y no Vinicius.
Ni acudió esta vez el Madrid al entrenamiento que debía completar en el estadio de La Cartuja, ni tampoco a la sala de prensa, donde los medios de comunicación esperaban a que hablaran el técnico Carlo Ancelotti y el capitán del Real Madrid, Luka Modric. Tampoco hubo modo de ofrecer una imagen de concordia con la fotografía en que debían posar Ancelotti y Modric junto a Hansi Flick y Marc-André ter Stegen con el trofeo de Copa.
Muchos nervios
Una vez quedó claro que Florentino Pérez no iba a cambiar sus planes iniciales y no se iba siquiera a acercar a la cena oficial junto al presidente de la Federación Española de Fútbol, Rafael Louzán, y el presidente del Barcelona, Joan Laporta, todo fue cuesta abajo y sin frenos.
En la Federación Española el nerviosismo era más que evidente ante una situación inaudita y que nadie sabía cómo controlar. Mientras los micrófonos de la sala de prensa quedaban tan huérfanos como el césped, en el Real Madrid discutían los próximos pasos a seguir. En la entidad blanca intentaron un cambio de árbitros, opción que la Federación se negaba a plantearse, apostando por acercar posturas y mucha diplomacia.
Fuentes del Real Madrid insistían que el equipo blanco estudiaba no presentarse a la final si la Federación no sustituía, especialmente, a González Fuertes, cuyas palabras contra Real Madrid TV indignaron al club.
«El Real Madrid considera inadmisibles las manifestaciones públicas realizadas por los árbitros », exponía el comunicado publicado por la entidad blanca, en que defendió la labor de su televisión: «Estas manifestaciones, que han puesto el foco de manera sorprendente contra los vídeos de un medio de comunicación amparado en la libertad de expresión, como es Real Madrid TV, realizadas de manera premeditada 24 horas antes contra uno de los participantes de la final, demuestran, una vez más, una clara y manifiesta animadversión y hostilidad de estos árbitros contra el Real Madrid».
E insistió el club presidido por Florentino Pérez: «Declaraciones aún más sorprendentes todavía, bajo un tono amenazante, aludiendo a la unidad de los árbitros, para anunciar supuestas medidas o actuaciones que distan mucho de los principios de equidad, objetividad e imparcialidad que deberían imperar a escasas horas de un acontecimiento futbolístico que centra la atención de cientos de millones de personas en todo el mundo».
Concluía la nota del Madrid invitando a los responsables federativos a que «procedieran en consecuencia, adoptando las medidas correspondientes en defensa del prestigio de las instituciones que representan».
La Federación y el Gobierno, a través del CSD, tuvieron que mediar. Con 65.000 personas en las gradas de La Cartuja y la presencia del Rey Felipe VI, toda prudencia era poca. Hasta que el Madrid, pasadas ya las diez de la noche, anunció que jugaría por «respeto a los aficionados y los valores del fútbol».
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