TOTTENHAM 1 - M. UNITED 0
El Tottenham gana en Bilbao la final de Europa League que nunca nadie recordará
Un gol de Shaw en propia puerta decide un choque muy pobre que deja al Manchester United en su peor momento de las últimas décadas

Final de la Europa League: Tottenham Hotspur - Manchester United. / Jose Breton / AP
En una final que nunca nadie, salvo ellos, querrá recordar jamás, fea e insustancial como pocas se han visto, el Tottenham calcinó su leyenda de equipo maldito. Su peor temporada en casi medio siglo acaba con el título de la Europa League en sus vitrinas, el primero desde 2008, el segundo desde 1991. Qué paradoja. Como si todo el año hubiera sido un imprescindible viacrucis hacia la expiación final, Bilbao encumbró al conjunto londinense y enterró al Manchester United, que se queda desnudo y famélico, en el momento más crítico de su era moderna.
Porque los 'Red Devils' se quedan sin el título y sin jugar en Europa el año que viene, el doble premio, rumbo a Champions, que concedían los 90 minutos de San Mamés. Se queda sin el prestigio, el dinero y el orgullo que concedía la victoria en la final. Sin el consuelo que, contraviniendo su legendaria historia, le había quedado. Y para mayor aflicción, lo que resolvió todo fue un gol de uno de sus jugadores, Luke Shaw, en propia puerta, y mereciendo más que su rival, por mucho que ninguno de los dos ofreciera una imagen propia de una final europea.
Era esta final un vehículo para que el ganador enjugara una temporada atroz, pues ambos han protagonizado su peor temporada en la Premier desde sus últimos descensos, en 1976 los de Londres, en 1973 los de Manchester. Y, claro, por mucho que su desempeño en la Europa League les hubiese llegado hasta la final de San Mamés, su fútbol ofrecía continuamente síntomas de por qué no tienen todavía siquiera 40 puntos en la liga inglesa.
El lamento de San Mamés
En el United era Diallo el único futbolista que se rebelaba frente a la mediocridad imperante. Sus verticales internadas por la derecha eran de lo poco que llevarse a la boca durante una primera parte atroz, en la que los seguidores del Athletic presentes en su 'Catedral' se preguntaban entre lamentos cómo demonios esos dos equipos estaban jugando la final y no lo estaba haciendo el conjunto bilbaíno, tan cruelmente eliminado en semifinales.

El gol de Shaw en propia puerta en la final de la Europa League. / Associated Press/LaPresse / LAP
Jugaban los dos equipos a una táctica tan vieja como triste, acercar el balón al área rival y confiar en algún error garrafal de la defensa. Sobre todo lo hacía el Tottenham, el más plano de los dos, y fueron los Spurs los que se encontraron el regalo. Lo sirvió Luke Shaw, marcando con el brazo a su propio portero tras comerse un centro lateral de Sarr, permitiendo una anticipación de Brennan Johnson. El atacante no supo definir, pero el lateral mancuniano remató el trabajo por él.
45 minutos de resistencia 'spur'
Si el Tottenham había mostrado poquísimo para adelantarse en el marcador, menos aún iba a aventurarse con el marcador a favor. El plan de Postecoglu viró hacia aguantar la ventaja los 45 minutos que quedaban, como si la segunda parte fuera un larguísimo descuento. El Manchester United miraba desesperadamente a Bruno Fernandes para dar algo de sentido a su misión, pero el hombre, para desgracia del equipo de Amorim, todavía no tiene el don de la ubicuidad.

Diallo, en el césped durante la final de la Europa League. / Manu Fernandez / AP
Rozó el empate el Manchester United en el 68, con un cabezazo de Hojlund que Van de Ven sacó bajo palos tras un error (otro más) del portero Vicario. Se iba a redimir con un paradón a Shaw en el descuento. Garnacho, que entró al campo apenas un par de minutos después de la ocasión de Hojlund, intensificó la ofensiva de los de Amorim ante un Tottenham ya descaradamente encerrado en su área.
Fuegos artificiales de un United al que le iba devorando su frustración. La de ir perdiendo y la de no ser capaz de inquietar a la defensa 'spur'. La de saberse en la mayor miseria que hayan vivido la mayoría de sus actuales aficionados. Nada que importe a un Tottenham que, al fin, se siente campeón. Aunque nunca nadie, salvo ellos mismos, vaya a querer recordar cómo ocurrió.
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