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El legado del atleta asturiano Melanio Asensio, el genio que no se esforzaba y acabó siendo pintor

“Destacó desde pequeño en todo lo de correr”, rememora la familia del fallecido atleta olímpico

Melanio Asensio, en una foto de 2008 Luisma Murias

“Lanio destacó desde pequeño en todo lo de correr. Era una cosa innata y lo empezaron a fichar, pero, a decir verdad, llegó a lo más alto sin mucho esfuerzo. En realidad, no se esforzaba nada”. Lo decía ayer en el velatorio Purificación Fernández Montes, “Tita” para Lanio, tras una vida a su lado, inseparables desde pequeños. Tita es la prima de Melanio Asensio (Bimenes, 1936), el primer atleta olímpico asturiano, que falleció en Oviedo el pasado jueves. Tenía 84 años.

Con Lanio, como le apodaban cariñosamente sus familiares, se va un deportista formidable y también un genio artístico, polifacético, noctámbulo casi hasta el final y con un sentido del humor afinado, que le hacía diferente. Hizo amigos allí donde fue, dejó competiciones memorables, noches de locura y se acabó dedicando a la pintura. Su otra pasión imborrable fueron los caballos. A veces hasta rozar la obsesión.

Dos ejemplos: pagó una fortuna y lucía con orgullo en su casa la misma silla de montar que utilizó Clint Eastwood en los western que rodó en Almería y llegó a pasar meses solo en una cabaña rodeado de caballos. De carácter bohemio, era la definición de alma libre. “Yo a veces reñía un poco con él por las cosas que hacía, pero él se reía y lo tomaba bien. Iba a su aire”, prosigue Tita.

Los restos del atleta, ayer antes del funeral Luisma Murias

Antes de darle al pincel, lo de correr se le dio de maravilla, aunque a su padre nunca le hiciese ninguna ilusión. Él quería que su Lanio, hijo único, sacara una carrera, pero lo que hizo Melanio fue ganar carreras. El atleta decía que en Madrid vivió a cuerpo de rey, “con todo pago y sin dar ni golpe”, pero arrasando en la pista. A bote pronto: fue el español más rápido de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, plusmarquista nacional en 100 y 200 metros, 35 veces internacional, estuvo en los Juegos Olímpicos de Roma (1960) y no fue a los de Tokio cuatro años después por una lesión.

Con 28 años se retiró y regresó a Oviedo desde Madrid, donde había estado desde los 17 enrolado en la sección de atletismo del Real Madrid. Decía que hasta su retirada no había ni fumado ni bebido, que sacó el Bachillerato porque era deportista y que siempre le quedaría la espinita de no haber acabado la carrera y “trabajar como todo el mundo”. “Gasté más energía en copiar que en estudiar”.

Melanio Asensio Miki López

Encontró en la pintura su refugio y vivió de sus ahorros. Le daba a los retratos y a los paisajes. Le encantaba pintar Oviedo desde su casa de la calle Valentín Masip. Y pintaba porque quería, no porque se lo mandaban. “Él hacía algo guapo cuando le salía. Si le hacían algún encargo lo llevaba mal. Cumplir plazos no era lo suyo”, recuerda su prima hermana.

El propio Melanio lo corroboró en su día en una entrevista con LA NUEVA ESPAÑA rememorando una ocasión en la que Gabino de Lorenzo, exalcalde de Oviedo y gran amigo del atleta, amagó con ofrecerle colaborar con yeguada. “Un momento, un momento, si estáis pensando en ponerme a trabajar, olvidaos”, le espetó al Alcalde.

Gabino de Lorenzo siempre le recordará con cariño. Ambos estudiaron en el Auseva. “Era el ídolo de mi infancia y una persona cercana y muy especial. Como deportista fue un fuera de serie”, recuerda De Lorenzo. El funeral del atleta se celebró ayer en la iglesia de San Pablo de la Argañosa. Estaba divorciado y no tuvo hijos. Sus primos, Purificación Fernández Montes y Manuel Montes; sus sobrinos, Aleth y Ciro Martínez-Gayol Fernández y su prima política, Raquel Fernández, siempre lo recordarán como una persona “excepcional”.

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