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Un gol que lo cura todo: Guille Thompson, hijo del exdelantero del Oviedo, marcó desde el centro del campo para el Praviano tras una semana sufriendo mareos

Guille y Keith Thompson, en el campo del colegio Palacio de Granda. Luisma Murias

Guille Thompson acabó de la mejor manera una semana difícil. El extremo del Praviano sufrió mareos durante los días previos al partido frente al Colunga. De acuerdo con su entrenador, Manolo Fernández, se quedó inicialmente en el banquillo, pero su salida a falta de un cuarto de hora fue providencial. Participó en el 0-1 y, ya en el añadido, marcó un gol casi desde el centro del campo, unos 45 metros. “Tuve suerte”, reconoce Guillermo Thompson Díaz (Oviedo, 30 de abril de 2001) hijo de Keith Thompson, exdelantero del Oviedo en la década de los 80.

Aunque esperaba estar jugando con el Vetusta, en Segunda B, Guille Thompson prefiere ver la parte positiva de esta experiencia. “Me dijeron que no tenía ficha una semana antes de empezar la temporda y que iba cedido al Praviano. Al principio fue un palo muy gordo porque no contaba con ello, pero hay que tirara para adelante”. En el Praviano, además, se encontró con un ambiente muy familiar, ya que coincidió en el vestuario con muchos compañeros de su paso por El Requexón, desde benjamín.

“Empecé jugando en La Fresneda y en seguida me llamó el Oviedo, pero mi padre prefirió esperar al segundo año de benjamines”, señala Thompson, que fue quemando etapas con buenas sensaciones hasta llegar al frenazo del pasado verano. “Pensé que iba a tener oportunidades en el B porque en el segundo año de juveniles ya entrené con ellos, entré en convocatorias y jugué amistosos. Fue una pena que no pudiera quedarme porque, además, muy pronto tuvieron la lesión de Vanderson”.

Meses después, Guille cree que esta experiencia le vendrá bien para su formación: “Tuve la mala suerte de lesionarme nada más llegar y estuve tres o cuatro semanas parado. Pero después fui siempre titular”. Y con un balance muy positivo porque lleva seis asistencias y cuatro goles, el último probablemente el mejor de su carrera deportiva: “Fue todo muy rápido. El portero del Colunga salió a despejar un centro que intentaba rematar Iván y el balón me llegó directamente, tiré sobre la marcha con la suerte de que estaba un poco adelantado y no pudo llegar”.

“Los compañeros me tomaron el pelo, me decían que menos mal que estaba enfermo”, señala Guille, contento por su actuación en Santianes “después de una semana complicada”, con síntomas que le llevaron a hacerse una prueba anticovid que dio negativo. Ahora solo piensa en acabar la temporada, “subir de categoría y, si es posible, llegar a profesional”, siguiendo los pasos de su padre: “Me dicen que yo no soy tan rápido como él, pero que soy más técnico. Además, él era zurdo y yo soy diestro”.

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