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Adrián Castro es mundial: una historia de superación en el fútbol para amputados

El langreano, subcampeón de Europa de fútbol para amputados, pide más reconocimiento para su disciplina: “En otros países son famosos”

Adrián Castro, capitán de la Selección Española de Fútbol para Amputados: "Necesitamos más visibilidad"

Adrián Castro, capitán de la Selección Española de Fútbol para Amputados: "Necesitamos más visibilidad" X. Fernández/ A. Domínguez

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Adrián Castro, capitán de la Selección Española de Fútbol para Amputados: "Necesitamos más visibilidad" Xuan Fernández

Adrián Castro (León, 1994) nació sin fémur en la pierna izquierda y desde que tiene un año vive con una prótesis. Su madre, Cristina, siempre lo tuvo claro. Que a su hijo le faltase una extremidad no era motivo para rendirse. “No le levantéis, no le ayudéis. Tiene que aprender”, decía.

Adrián Castro es mundial

Y vaya si aprendió. Aprendió tanto, tanto, que el último logro de este leonés de nacimiento y asturiano de corazón fue quedar subcampeón de Europa con la selección española de fútbol para amputados. Eso fue en Cracovia (Polonia) hace una semana. Solo la todopoderosa Turquía pudo con España (6-0). “Tienen muchísimo nivel y ligas propias con varias categorías. En España solo hay cuatro equipos para nosotros. Es un buen resultado”.

Adrián es el capitán de la selección, uno de los más veteranos, y reflexiona sobre su disciplina. El de Polonia fue su tercer gran torneo, tras el Europeo de Turquía en 2017 y el Mundial de México en 2019. Con una naturalidad aplastante habla de “personas normales” para referirse al fútbol profesional y de “nosotros” para analiza el deporte para amputados. “Antes éramos cuatro amigos. 2017 fue el año clave. La Federación Española nos absorbió y entonces pudimos acudir a grandes torneos”, explica el jugador desde La Felguera, donde reside. Adrián nació en León, pero se quedó huérfano con 12 años y su madre decidió regresar a Asturias con su hermana, Arantza. Ambos son auxiliares administrativos. Adrián trabaja de teleoperador para una compañía telefónica desde enero de 2020. Para poder acudir al Campeonato de Europa tuvo que pedir vacaciones en su empresa.

Adrián Castro Miki López

El mérito de Castro está en la perseverancia. Se entrena en solitario desde que los horarios de su trabajo le impiden ejercitarse con equipos “normales”. Antes lo hacía con varios conjuntos cercanos y su nivel crecía. “Ahora salgo a correr por Lada y luego hago ejercicios de gimnasio en casa”. Castro estuvo casi dos años sin tocar un balón porque además la pandemia dejó al mínimo la actividad del fútbol para amputados. “¡Solo dos fines de semana en casi dos años! Y se nota. Todo lo que sabía hacer antes con el balón no lo olvido, pero lo hago peor”. El futbolista acude cuando su trabajo se lo permite a entrenarse con el equipo Haszten One Football de Bilbao, uno de los cuatro conjuntos españoles de su disciplina.

En el fútbol para amputados juegan 7 contra 7. La clave está en la potencia en los brazos para avanzar con velocidad. Se impulsan con unas muletas, que no pueden tocar el balón ni a otro rival con ellas. En otros países los campos se abarrotan para ver los partidos y hay ligas individuales. “Yo jugué ante 6.000 personas en campos de Primera División. En Polonia los jugadores amputados son famosos, la gente les para por la calle y les piden fotos. Aquí, en España, vamos a otro ritmo. Hay momentos en los que cuesta seguir. Piensas: ‘estoy aquí matándome y no hay apenas reconocimiento a nuestro deporte’”, analiza Castro. Los componentes de la selección española no recibieron ningún premio monetario por quedar subcampeones en Polonia. Les pagaron el viaje y los gastos.

Castro es central. Como los de antes. “Muy, muy defensivo”. Aunque también hace sus pinitos con el gol. Ante Portugal, en semifinales, metió un precioso tanto de falta, que además tiene miga. “Como prácticamente no había tocado el balón en dos años, no me dejaron tirar las faltas. Me sentí con mucha confianza en ese momento, mis compañeros me dejaron chutar y la metí. Se lo dedique a mi madre”. Normal que se lo haya dedicado. “Casi provoco que le dé un infarto. Voy muy fuerte al choque y en un partido me quedé sin respiración y en otro me llevé un golpetazo en la cabeza. Mi madre me dijo que parase, que tenía que volver”.

Esa furia competitiva de Castro es extensible al resto de la selección. “A muchos equipos les caíamos mal. Dábamos muchos palos, éramos broncas… En cuanto saltaba uno contagiaba al otro. Intentamos corregir eso e incluso utilizamos palabras claves para no caer en provocaciones ni protestar. La última era: ‘Mañana hay partido’”. Castro no tiene mañana partido, tiene que trabajar con la vista puesta en seguir con su pasión, el fútbol. “Mientras tenga ganas…”.

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