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Un aplauso para una leyenda: así fue el homenaje a Víctor Pérez en Pumarín

“Estoy muy orgulloso del cariño que me ha mostrado la afición”, dice el exjugador

Por la izquierda, Luis Tuero, vicepresidente del Unicaja Banco Oviedo, y Fernando Villabella, presidente, entregándole un regalo a Víctor Pérez durante el homenaje que le brindó ayer el club. | Irma Collín

Víctor Pérez se llevó ayer el aplauso que le debía Pumarín y que la pandemia le había hurtado. El sevillano, protagonista en el ascenso del Oviedo Baloncesto a LEB Oro, referente durante ocho temporadas del equipo, capitán y persona querida por los habituales de Pumarín, aprovechó estos días para venir con su mujer, Cristina Romero, también extrabajadora del club, y sus dos hijos a ver al OCB, a su amigo Oliver Arteaga y a toda su gente. Su hijo mayor, Alejandro Pérez, volvió a su ciudad, en la que nació.

Precisamente de su hijo contaba una anécdota a LA NUEVA ESPAÑA tras el encuentro: “Este verano iba a jugar un partido de pretemporada con el Ciudad de Huelva y le dijo Cristina a Alejandro: ‘vamos a ver a papá, que va a jugar un partido’. Y él respondió: ‘¿es que vamos a Oviedo? Nació aquí y tiene un recuerdo muy bonito”.

El cariño es algo difícil de impostar y el aplauso que le brindó la afición de Pumarín a Víctor Pérez fue de corazón y duró mucho tiempo: “La verdad es que se te queda el cuerpo frío, mucha emoción, muchos recuerdos muy bonitos de estar en la pista, en los minutos previos a los partidos; no me imaginaba que iba a ser así, me ha saludado mucha gente, estoy muy orgulloso de ese aplauso, del cariño de la afición”, decía.

Víctor Pérez contaba al que le preguntaba una frase que le dijo a él una vez un entrenador: “Por cada momento bueno, el baloncesto tiene muchísimos malos”. Pero algunos como el de ayer hacen que los malos lo sean algo menos: “Estos momentos compensan todos los malos momentos que tenemos los deportistas, no me puedo llevar mejor recuerdo. Me he brindado a todos fuera de la pista, del más pequeño al más mayor”, añadía.

Ver el partido desde la grada fue también una experiencia diferente a lo que se imaginaba: “Viendo a Oli (Arteaga) como tira una vez más del carro y empuja al resto de sus compañeros... es la primera vez en ocho años que lo veo en la grada. Se sufre, se sufre por Oli, hemos cruzado ahí varias miradas, pero es algo que es la esencia de Pumarín y siempre debe existir y permanecer aquí”.

También tuvo oportunidad de compartir el momento con los hermanos Héctor y Adrián Macía, y con Agustín Prieto, que, como él, son leyendas del OCB.

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