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Vela

“Felechu” lanzó a los Alonso Tellechea

Una lancha pesquera fue la primera escuela de Federico y Arturo, herederos de la pasión marinera de su padre, Clemente, capaz de navegar a bordo de una nevera

Los Alonso Tellechea con su padre, Clemente, en el primer velero "Belén". | | FOTOS CEDIDAS POR LA FAMILIA ALONSO TELLECHEA

¿Es posible navegar a bordo de una nevera? ¿Pueden dos niños hacer de una lancha pesquera la mejor escuela para conseguir la Copa del Mundo 49er? Los hermanos Alonso Tellechea tienen la respuesta. Tras su adiós a la vela olímpica, consiguiendo clasificar a España dos veces para unos Juegos que nunca pudieron o les dejaron disputar, Federico y Arturo repasan para LA NUEVA ESPAÑA los orígenes de una vida apasionante marcada por el mar desde antes de nacer. De Gijón a Montevideo, pasando por Buenos Aires, hasta hacer del regreso a Asturias un todo.

“Felechu” lanzó a los Alonso Tellechea Ángel CABRANES

La historia se inicia con Clemente Alonso, el padre de Feder y Artu, como les conocen en la familia, tomando un barco en Gijón con destino a Buenos Aries. Aquel niño emigrante no llegó a Argentina, sino a Uruguay. “Allá pasó la niñez y comenzó a navegar en una cantera inundada. El barco se lo fabricó. El casco lo hizo con una nevera vieja”, recuerda Federico. Fue a más. La vida, caprichosa, le devolvió a su destino inicial, Buenos Aires, en la juventud. Se asentó profesionalmente como comercial de una imprenta y se casó con Liliana Tellechea, curiosamente, uruguaya. El matrimonio tuvo dos hijos, que se unieron a Christian, fruto de una relación anterior de Clemente.

“Felechu” lanzó a los Alonso Tellechea

“Éramos nenes y mi padre ya nos llevaba a navegar en el ‘Felechu’, una lancha de pesca a la que le instaló un mástil y unas velas. Así empezó todo”, comenta Federico. Calcula que él tendría unos 4 años. Arturo, 2. “Nos amarraba al mástil con un cabo para que no nos cayéramos”, añade Arturo, entre risas. Se engancharon, y de qué manera.

“Felechu” lanzó a los Alonso Tellechea Ángel CABRANES

“Un amigo de mi padre le habló entonces de la posibilidad de entrar en el Club Náutico Sarandí, pero para ser miembro tenías que tener un barco formal”, detallan los hermanos. Ahorros, esfuerzos y “Belén”, el nombre de aquel primer velero, su vivienda y vehículo en el mes de vacaciones, les abrió la siguiente puerta. Con 11 y 9 años empezaron a competir allí en clase ‘Optimist’ (barco básico de aprendizaje). Destacaron bastante en la costa del río de La Plata, especialmente Federico.

“Cuando conseguí ganar el Grand Prix ‘Luis Cerrato’, me llamó el Yatch Club Argentino, un club más grande que el nuestro. La condición de la familia era que tenía que ficharnos a los dos hermanos. No hubo problema”, explica Feder. Allí tuvieron su primer entrenador, empezaron a tomárselo en serio. Y entonces, el que se salió fue Arturo. Clasificado para el Europeo disputado en Palma de Mallorca en 1996, dentro de la representación de Argentina invitada, ese viaje marcó un antes y un después.

“Aprovechamos para estar también aquí en Asturias y la familia pensó que quizá lo mejor era trasladarnos a España. En Argentina ya empezaba a haber cierta inseguridad, nos entraron a robar…”, recuerda Federico. En 1997, los Alonso Tellechea se afincaron en Gijón e hicieron pareja en el Club Astur de Regatas. “Fue cerrar el círculo de mi papá”, comentan, con ese marcado acento argentino que perdura. Feder era el de la táctica, Artu, el que imprimía la velocidad. El resto es historia de la vela asturiana.

En 49er fueron campeones de España cinco veces consecutivas, subcampeones de Europa en 2008, campeones del Mundo en 2009 y campeones de Norteamérica en 2015, mismo año de su emotivo bronce mundialista en su otra patria, Argentina. Tema aparte es los Juegos, la espinita que tienen clavada. “Solo entrar en el Estadio Olímpico con la bandera de España lo hubiera sido todo como deportista”, lamenta Federico. “Con Argentina seguramente hubiéramos podido competir en unos Juegos, pero cuando nos venimos acá elegimos España y nos sentimos mejor siendo consecuentes con nuestra decisión. No me arrepiento”, subraya Arturo mientras su hermano asiente.

No dejarán de navegar, “seguramente tampoco de competir”, aunque en sus vidas se ha iniciado una etapa nueva. “Tengo varias ofertas para entrenar a equipos extranjeros y seguramente el futuro estará por ahí”, dice Federico, que continúa en Gijón y es padre de Emma, que hace este mes 19 años, y de un niño de 3 años y medio, Teo. “Y viene otra niña en camino”, apunta. “Me compré un barquito y habrá que sacarle ahora rendimiento”, comenta Arturo, padre de un bebé de 9 meses, Sienna y Policía Nacional en Santander. Prometen seguir el ejemplo y compartir con sus herederos la pasión marinera de Clemente: “Porque el mar, además de educar desde la vigilancia constante de sus peligros, es adictivo”, concluyen los Alonso Tellechea, la historia de dos campeones fruto de desafiar la navegación con una nevera.

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