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La Semana de Montaña de Oviedo: Las montañas, parte del mundo de Campa

El viajero sierense, que ha estado en más de doscientos paises, inaugura la Semana “Ciudad de Oviedo”

Alberto Campa, ayer, antes de su ponencia en la primera jornada de la Semana de Montañismo “Ciudad de Oviedo”. | Luisma Murias

Para Alberto Campa (Nava, 10 de junio de 1967) las montañas son un elemento más de su gran pasión: viajar. Por eso ha subido un puñado de ellas en sus visitas a más de doscientos países durante sus tres vueltas al mundo. De ahí el nombre de su ponencia, “Un mundo de montañas”, en la inauguración de la XVII Semana de Montañismo “Ciudad de Oviedo”, en el Palacio de Congresos. El jueves volverá a llenar su mochila con lo imprescindible, cogerá un vuelo barato y se irá a conocer unas islas al norte de Escocia.

Campa ha podido permitirse el lujo de dedicar muchos meses al año a su pasión porque durante 25 años trabajó como guía turístico y en agencias de viajes. Desde hace diez tiene aún más libertad de movimientos porque abrió junto a su mujer, Mónica, un hotel rural en Naveces (Castrillón). Calcula que habrá pisado 215 territorios porque a los 193 países reconocidos por la ONU añade otros como la Guayana francesa o la Antártida. Empezó en 1987, con Portugal, y asegura que habrá repetido doscientas veces algún país.

Alberto Campa no se ha parado ni cuando se paró el mundo: “La pandemia me pilló en Arabia y, salvo por los controles en los aeropuertos, no tuve ningún problema”. El naveto, con residencia en Siero y Gijón, asegura que se ha podido permitir esta vida porque “solo saco billete de ida, casi siempre de vuelos baratos, me muevo en autostop y duermo en hostales o playas. Aunque muchas veces la gente, sobre todo en países musulmanes, me invita a sus casas”.

“Para ellos la hospitalidad es una obligación. He llegado a preguntar por un sitio barato y querer pagármelo”, explica Campa, que asegura haber estado en peligro en muchas ocasiones, pero no recuerda un momento especialmente delicado. “Si acaso, cuando pasé la noche navegando en un cayuco, en Timor oriental”, añade antes de aclarar que toma las máximas precauciones: “No cogí nunca la malaria, pese a ir mucho por África”.

Por su estilo de vida, no es tan extraña su relación con el montañismo: “No quiero ver el mundo solo a ras de suelo. Por eso subí montañas y buceé en todos los mares”. Pero aclara que “soy un simple aficionado. Estuve en montañas preciosas, pero asequibles para todo el mundo. Por ejemplo, cuatromiles como el Kinabalu, en Borneo, o el monte Camerún. He subido montañas en todos los continentes, menos en la Antártida. Y el más alto, un seis mil, el Kilimanjaro”.

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