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Paco Gento, visto desde Asturias: "Un buen tipo y un futbolista extraordinario"

El mítico extremo del Madrid, el de las seis Copas de Europa, fallece a los 88 años

Paco Gento. Alberto Mart’n

“No soy de los que saca pecho, nunca lo hice. Soy poco estirado de estatura y de carácter”. Así, modesto y socarrón, se autodefinía Francisco Gento, pese a poseer el mejor palmarés de la historia del fútbol español. Y así le recuerdan los que lo trataron de cerca y lamentaban ayer su fallecimiento, a los 88 años. “Un buen tipo y un futbolista extraordinario”, resume Rafa Marañón, que coincidió con Gento en sus últimas temporadas en el Real Madrid y a quien más de uno veía como su sucesor en el extremo izquierdo.

Francisco Gento López nació en Guarnizo (Cantabria) el 21 de octubre de 1933 y, tras sus inicios en el Racing, fichó por el Madrid en 1953, aún con 19 años. Eso le permitió formar parte del equipo que ganó las primeras cinco ediciones de la Copa de Europa, a la que sumó la de 1966 para convertirse, aún hoy, en el único futbolista con seis “Orejonas”. Tampoco nadie amenaza sus doce Ligas, sobre todo después de la marcha de Leo Messi (10). Es el jugador del Madrid con más trofeos totales (23), una marca igualada el domingo por Marcelo al ganar la Supercopa de España. Desde 2015 era presidente de honor del Madrid, sustituyendo a Alfredo di Stéfano.

Delantera del Madrid en 1970-71: Amancio, Pirri, Marañón, Velázquez y Gento.

José María recuerda que su compañero Toni Cuervo, lateral derecho, “se concentraba mucho durante toda la semana cuando tenía que marcar a Gento, sobre todo en el Bernabéu”. Una tarea casi imposible porque “Gento era una bala, un relámpago. En cuanto cogía el balón ya se veía el peligro. Tenía unas condiciones físicas naturales impresionantes”.

Rafa Marañón llegó al Madrid en 1970 tras ganarse fama de delantero goleador la temporada anterior en el Sporting, con el que había ascendido a Primera. Con 22 años recién cumplidos, en el vestuario del Bernabéu se encontró con un Madrid de transición liderado por Paco Gento, la leyenda de la edad dorada que afrontaba su última temporada. “Tenía 38 años y ya jugaba poco, pero era buenísimo con jóvenes como yo. Llegaba con su Mercedes descapotable y nos llevaba a comer a Santillana y Aguilar, que eran cántabros, y a mí”.

Aunque Gento había perdido facultades, Marañón todavía pudo comprobar algunos rescoldos de su tremenda velocidad: “En una época donde no era raro ver fumar a los futbolistas, él se cuidaba mucho”. Aunque algunos le señalaban como heredero del “11”, Marañón prefería jugar en el centro del ataque, lo que le permitió formar parte durante aquella temporada de una delantera de campanillas: Amancio, Pirri, Marañón, Velázquez y Gento.

“El mejor extremo que he visto en mi vida”, dice Marañón sobre Gento: “Destacaba por lo rápido que era y cómo paraba en seco, engañando a los defensas. También por cómo le pegaba a puerta, por eso marcaba muchos goles”. Una vez fuera del fútbol mantuvieron el contacto: “Cada vez que iba a Madrid nos veíamos. Me tenía aprecio y yo sentía mucho respeto por él. Me dijo que podría haberle sucedido porque era el que más se le parecía”.

Mientras que Marañón pudo disfrutar de Gento como compañero, muchos lo admiraron, o sufrieron, como rivales. Uno de ellos fue José María García Lavilla, que tuvo el honor de debutar en el Carlos Tartiere como jugador del Oviedo ganando al Real Madrid. Fue un 22 de octubre de 1961, cuando el equipo azul fue capaz de tumbar al Madrid de las cinco Copas de Europa: 1-0, con gol de Sánchez Lage, frente a una delantera formada por Tejada, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento. “Fue inolvidable. Yo tenía 19 años, jugaba mi primer partido en el Tartiere y, encima, pudimos al Madrid que lo ganaba todo”.

Por la izquierda, Toño, Paco y Julio Gento.

Años después, José María pudo comprobar que la calidad de Gento no se acababa en el campo: “Coincidimos en la selección española, yo jugando de ‘10’ y él de extremo. Era una persona de pocas palabras, no quería ser protagonista en las conversaciones, pero era agradable. Pese a todo lo que había ganado y a que era un ídolo para mucha gente, no presumía, no se daba importancia”.

Iñaki Churruca, que marcó una época como extremo izquierdo en el Sporting, pasó de la admiración infantil por Gento a compartir escenario en su primera visita como profesional al Santiago Bernabéu. Churruca, asentado en Asturias, no se acuerda de aquel 1-1 del 11 de octubre de 1970 en el que Gento solo jugó la primera parte, pero sí de algún episodio anterior: “De pequeño vi partidos suyos por televisión, en blanco y negro, en los escaparates de las tiendas. Y después, con 16 años, cuando fui a jugar con el Zarauz juvenil al Bernabéu. Allí estaba él, haciendo un entrenamiento personal. Nos daba miedo hasta de mirarlo”.

“Gento tenía velocidad, pero también un buen toque de balón”, precisa Churuca, que destaca del cántabro sus “centros extraordinarios y un cambio de ritmo imparable”. Aunque jugaran en la misma posición, Churruca dice que sus estilos eran muy diferentes: “Soñaba con ser como Gento, pero no tenía nada que ver, incluso era diestro, aunque me ponían por la izquierda. Gento fue uno de los extremos más puros que vi”.

Tampoco José Luis Quirós, delantero centro de varios equipos a finales de la década de los 60 y comienzos de los 70, tiene muy claro lo que ocurrió la única vez que se cruzó con Gento. Fue en un Madrid, 2; Zaragoza, 2, en el que Quirós llegó a poner el 1-2 para su equipo en el Bernabéu, donde había disfrutado de Gento como espectador: “Lo vi muchas veces por televisión y en el Bernabéu en un partido de Copa de Europa. Era un espectáculo cuando arrancaba y sostenía aquella carrera tan larga. Se entendía muy bien con Di Stéfano y Rial”.

Quirós coincidió en el Oviedo con Toño Gento, futbolísticamente conocido como Gento III, “que técnicamente era mejor que su hermano, pero claro, en todo lo demás no había color. Paco era el mejor del mundo en velocidad y desborde en carrera. Sacaba unos centros buenísimos y le pegaba a la pelota que la rompía”.

Juan Valdés (Avilés, 1951) solo jugó seis partidos con el Sporting en Primera, pero ayer recordó uno de ellos cuando conoció la noticia de la muerte de Gento: “Debuté contra el Real Madrid, del que era seguidor, y en el Bernabéu. Cuando estábamos calentando para empezar el partido y vi a Gento, me impresionó. Allí estaba yo, con 19 años, cerca de una figura como él, con toda la fama que tenía”. El Sporting arrancó un empate (1-1) y Gento no volvió al césped tras el descanso, pero Valdés se queda con la imagen que tenía de él: “Con la velocidad que tenía, picaba el balón y ya no había quien le agarrase. No era un virtuoso del regate, pero se iba en velocidad y centraba bien”.

Aquellas visitas a Oviedo a ver a Toño


Juan Mesa sufrió la habilidad del cántabro cuando era portero del Real Oviedo en un choque disputado en el Santiago Bernabéu el 11 de octubre de 1964. El Madrid derrotó a los azules por 3-0 y Gento hizo el segundo tanto. “Del gol no me acuerdo, pero hay una foto en el museo del club de una parada que le hago a Puskas”, dice el exfutbolista azul. Pero la relación de Mesa con Gento iba más allá. “Hicimos juntos el curso de entrenador, pasaba mucho tiempo en mi habitación. También estaban Pachín (defensa del Madrid) y Luis Aragonés. Nos quedábamos mes y medio internos e hicimos una buena amistad”, recuerda el andaluz. Gento también visitó muchas veces Oviedo. Su hermano Toño, Gento III, militó en el Oviedo entre 1968 y 1971. “Paco venía mucho a verle jugar. Lo sé porque vivíamos en el mismo edificio, frente al cuartel de la Policía Nacional, muy cerca del antiguo Tartiere. Yo vivía en el sexto y Toño en el séptimo. Y era habitual ver a Paco de visita”, dice.

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