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Baloncesto | Los recuerdos de una generación que marcó época en Asturias

Estos son los pioneros del baloncesto asturiano

Integrantes del CAU Oviedo, que hicieron historia en la región, se rencuentran en el Palacio de los Deportes, que ellos mismos inauguraron

Por la izquierda, Jorge Fernández, Fernando Sánchez, Jorge Martínez, Joaquín de la Buelga, Julio Rozas, Alejandro Gutiérrez y Toni Martín, en el Palacio de los Deportes de Oviedo. | Luisma Murias

Valga una anécdota para explicar cómo funcionaba aquel equipo y su contexto. A un lado, el mito Ricardo Hevia, el histórico entrenador asturiano, fallecido hace menos de un mes. Al otro, sus pupilos, que por aquel entonces, ascenso tras acenso, llegaron a competir en Primera B, lo equivalente a lo que hoy en día sería la LEB Oro (segunda división). Una proeza para un equipo universitario. Era un entrenamiento semanal en el gimnasio del CAU, en el campus de San Gregorio. Hevia, enfurruñado, soltaba una de sus habituales broncas cuando uno de sus jugadores, envalentonado, le reprende. “Un momento, ‘amiguín’. ¡Que nosotros somos universitarios, eh!”.

Joaquín de la Buelga “Prendes” anotando una canasta.

Aquellos universitarios, que hoy tienen canas y muchas historias que contar, eran los jugadores del CAU, el equipo de baloncesto de la Universidad de Oviedo que maravilló a Asturias hace cincuenta años. “Nos reconocían por la calle. Salvando las distancias, lo que vivíamos en Oviedo era lo más parecido una universidad americana. Nosotros, quizá, éramos el máximo exponente, pero el balonmano, el atletismo, el hockey y el fútbol también estaban en un buen momento”, recuerda Joaquín de la Buelga, “Prendes”, integrante de aquel equipo y uno de los organizadores de la cita celebrada en el Palacio de los Deportes de Oviedo, con LA NUEVA ESPAÑA de testigo. Ellos –siete representantes de aquella prolífica generación– fueron los pioneros del baloncesto asturiano. Falta Chuchi Dávila, el eterno capitán, fallecido en octubre de 2020.

Una foto histórica de la plantilla del CAU. En la fila de arriba, por la izquierda, Juan Aramburu, Arnett Hall, José Puente, Pepe Domínguez, Chuchi Dávila, Julio Rozas y José Antonio Pozueco, delegado. En la fila de abajo, Jorge Fernández, Santos, Fernando Sánchez, Alejandro Gutiérrez, Jorge Martínez y Joaquín de la Buelga, “Prendes”.

El lugar de la reunión tiene explicación: fue el CAU Oviedo el que inauguró el Palacio de los Deportes en septiembre de 1975. El dictador Franco todavía vivía y el alcalde de Oviedo era Félix Serrano. El pabellón se estrenó por todo lo alto con la celebración del torneo “Ciudad de Oviedo”, con el Estudiantes, el Breogán y la Universidad de Florida como invitados. Ahora en el Palacio ya no quedan ni canastas, pero fue Prendes quién metió la primera de la historia de esa cancha.

Los pioneros del baloncesto asturiano

“Sería un mate...”, le dice con tono burlón Alejandro Gutiérrez, que jugó en la cantera del Real Madrid y fichó por el CAU procedente del Valladolid. “No fue un mate, fue un buen lanzamiento, contra los de Florida”, matiza Prendes. Aquel torneo, ganado por los americanos, es hoy prácticamente una nebulosa de recuerdos entre los integrantes del equipo, que entrenaba y disputaba la Liga regular en el gimnasio de San Gregorio. “Aquello era un hervidero de gente. Jugábamos los domingos a las doce y media. La gente venía al partido y luego iba tomar vinos y a comer. La mayoría del público eran mujeres”, recuerda Fernando Sánchez, “el Capi”, que fue jugador, ayudante de Ricardo Hevia tras una lesión y luego trabajó en el Servicio de Deportes de la Universidad tras estudiar Derecho.

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Atiende a las conversaciones Toni Martín, que era el entrenador del CAU cuando se disputó aquel torneo en el Palacio. Martín había sustituido a Ricardo Hevia poco antes de la inauguración. “Estos eran tan tontos que me hacían caso porque si no, no jugaban. Un entrenador tiene que mantener la autoridad”. Jorge Fernández, de Mieres, un todoterreno que compaginó el baloncesto con la caza, la pesca, el golf e hizo carrera en Arcelor, escucha al que fue su entrenador. “¿Qué va a decir? ¡Hicímoslo campeón de España! Fue una generación inolvidable y presta juntarse otra vez en el Palacio”, recuerda el alero, que estaba matriculado en Química.

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El CAU jugaba la Liga regular, pero también varios torneos nacionales. Julio Rozas, uno de los jugadores más destacados, el único que llegó a jugar en la máxima categoría con el Bosco Coruña, hace memoria y resalta “los Juegos del Cantábrico”, competiciones con equipos gallegos, cántabros y vascos. A través de ellos fichó por el CAU Rozas, nacido en Madrid. Mientras, estudiaba Industriales y tras dejar el baloncesto trabajó como perito industrial. Jorge Martínez, estudiante de Ciencias y posteriormente Minas, que trabajó en la Seguridad Social hasta su jubilación, analiza el éxito de un equipo que nunca volvió a ser lo que fue desde aquellos años gloriosos: en la actualidad compite en torneos regionales.

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“Uno de nuestros problemas fue la poca capacidad que teníamos en el gimnasio”. Prendes aporta otra clave: “No había patrocinadores, dependíamos de la Universidad”. El caso es que un grupo de veinteañeros se codeó en la élite del baloncesto durante años, con gradas en las que los catedráticos se peleaban por ocupar los mejores sitios. “Nos creíamos muy modernos, pero revisando documentos de la época me parece todo muy antiguo”, explica Prendes. Aquellos años dejaron anécdotas imborrables. Muchas no se pueden contar porque los protagonistas las guardan bajo llave. Otras sí y ven ahora la luz. Como cuando el CAU logró tumbar al todopoderoso Breogán y Francisco Ballesteros, profesor de Derecho Constitucional, acudió al vestuario para recibir a los jugadores y abrazó a Prendes, estudiante de Derecho y que luego haría una prolífica carrera en los medios de comunicación. “¡Joaco, después de lo de hoy tienes el aprobado!”. Prendes, exultante, se vino arriba. “Vale, Paco, vale... ¡pero que sea un notable!”, le respondió. A Prendes el encuentro no le sirvió de mucho: tuvo que sudar la gota gorda estudiando para aprobar la asignatura.

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El gimnasio del CAU era una fiesta donde a veces había más emociones de la cuenta. “En un partido quedaban muy pocos segundos, íbamos ganando, quedó un balón suelto en el centro de la cancha y una aficionada salió de la grada y tiró el balón”, rememora Alejandro Gutiérrez, que tiene el récord de puntos con el CAU, 53, en un partido ante el Breogán y luego trabajó de periodista deportivo. La cifra tiene mérito: por aquel entonces no existían los triples.

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Los exjugadores del CAU recuerdan los viajes eternos. “El americano siempre iba con la manta y con la almohada”, explica Capi en referencia al americano Arnett Hall, que jugaba en el CAU. “Una vez la Policía nos sacó las escopetas en un control, era la época de ETA”, rememora Gutiérrez. Hubo algún otro viaje que acabó en disgusto. Por ejemplo, una noche en Durango en la que corrió el champán tras una victoria al Atlético San Sebastián. Los gastos se desmadraron y el delegado del equipo acabó en la calle. Otros viajes no acabaron tan mal. Como uno en Tenerife, en plenos carnavales, en el que coincidieron con la plantilla del Real Oviedo, de fútbol, con los que la plantilla del CAU tenían una buena relación. Era habitual que los domingos, en plena concentración, los jugadores de fútbol acudiesen a San Gregorio a ver los partidos del CAU.

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Prendes, el que más recuerdos atesora, destaca a Manolo García, el jefe de servicio de deportes de la Universidad, y a Luis Norniella, el encargado del baloncesto, como dos de los principales responsables de aquellos años dorados. Una época, coinciden todos los representantes, “en la que nos sentimos los mejores”.

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