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Una gesta en las alturas: tres montañeros de Gijón, Oviedo y León rememoran gesta de Cassin, que abrió en 1937 la vía nordeste al Piz Badile, en los Alpes

"Pensar que abrió la vía nordeste al Piz Badile en los años treinta, con el instrumental de la época, parece imposible", coinciden los montañeros

Desde la izquierda, Rafa Viña, Róber de Paz y Santi Cuervo, tras coronar la cumbre del Piz Badile, en los Alpes.

Tras un intento frustrado en 2017 a causa de la meteorología, el veterinario leonés Roberto de Paz ha logrado completar con éxito cinco años después la vía Cassin al Piz Badile, en los Alpes. En la aventura se embarcó con dos amigos: el gijonés Rafa Viña, miembro del grupo de rescate de Bomberos, y el ovetense Santi Cuervo. "En cinco años la vida da muchas vueltas, pero la ilusión por cumplir este objetivo permaneció intacta todo este tiempo", asegura De Paz, veterinario de profesión, que decidió emprender este viaje atraído por la figura de uno de los referentes míticos del alpinismo, el italiano Riccardo Cassin. "Todo aquel que admire a los grandes clásicos de la escalada y sea aficionado a la literatura de montaña te nombrará a Cassin. Pensar que abrió la vía nordeste al Piz Badile en los años treinta, con el instrumental de la época, parece imposible", afirma.

Teniendo en cuenta que la tecnología del momento eran botas duras, cuerdas de cáñamo, pitones y maza, ropa de lana, desprovistos de arnés, sujetos en su lugar por una cuerda lazada y sin previsión meteorológica, resulta difícil no coincidir con De Paz cuando dice que aquellos pioneros "eran unos extraterrestres". En este caso, para completar la hazaña necesitaron de arnés, pies de gato, cuerda doble dinámica de 7,5 milímetros de diámetro, material de autoprotección, ropa térmica, funda de vivac y saco hiperligero.

"Salimos a las 3.30 de la madrugada e hicimos 19 horas sin parar, subimos por la cara norte y bajamos por la italiana. Nos metimos un buen palizón", reconoce De Paz, quien acompañado de Viña y Cuervo completó la subida con tiradas "de entre 45 o 50 metros, teniendo en cuenta que el que corre más riesgo es el que va primero de cordada". En su caso, la odisea resultó más llevadera gracias a que iban alternando cuerda. Sin embargo, la épica de Cassin residió en que, a pesar de que le acompañaban los alpinistas Ratti y Esposito, fue él solo quien abrió la vía al Piz Badile en su totalidad, como primero de cordada. "Nosotros las pasamos canutas, así que imagínate en los años treinta".

Si bien es cierta la relevancia de la figura de Cassin en el mundo del alpinismo, no se puede eludir la irreparable pérdida que conllevó alcanzar la cima. "Eran dos cordadas, él lideraba una –Ratti, Esposito y Cassin– y luego se unieron dos compañeros –Molteni y Valsecchi– para aunar esfuerzos. Tardaron tres días en llegar a la cumbre, y en el descenso murieron los dos últimos por el agotamiento que llevaban a causa de la nieve y el frío", cuenta De Paz. La experiencia de Viña, Cuervo y De Paz, aunque dura, no deja de ser un sueño cumplido. "Es gratificante llegar a la meta con dos amigos, más sabiendo que tengo 50 años y que el tiempo no perdona; por tanto, es un orgullo haberlo conseguido", relata. Mil metros de escalada en los que 800 son de pared vertical evidencian la dificultad del reto. Sin embargo, De Paz reconoce que es "una de las seis caras norte de los Alpes más accesible".

Los alpinistas, durante la ascensión a la cumbre suiza.

El factor psicológico es algo siempre presente con lo que también hay que saber bregar. En esta ocasión, lo que más condicionaba era "el hecho de que no te puedes bajar, por lo que más vale que vayas convencido de que vas a poder llegar a la cumbre; si no, la retirada es bastante compleja". Y, aunque cueste creerlo, también se puede estar relajado a 3.000 metros del suelo y guardar anécdotas para el recuerdo. "Algo curioso fue que cuando más tranquilos estábamos arriba nos cayeron el equivalente en roca a cuatro lavadoras. Pasaron a medio metro de nosotros. Lo que te demuestra que en la montaña nunca puedes bajar la guardia", reconoce De Paz. Sin embargo, lo más difícil de enfrentarse a la cumbre fue, "sin duda, la incertidumbre. En situaciones así siempre vas con información de otras cordadas, y no sabíamos si podríamos acabar en el día. Asciendes por la cara norte, de Suiza, y bajas por la vertiente italiana, así que sabes que el descenso es complicado y va a llevar más horas. Pero, finalmente, todo salió bien porque los tres tenemos un nivel de escalada bastante bueno".

Todo es poco para alguien que siempre soñó con escalar las grandes montañas, a pesar de que sus orígenes poco tienen que ver con las alturas. "Con 16 años, cuando compraba material de escalada lo tenía que esconder. Es algo innato que siempre he llevado dentro y que practico desde adolescente", recuerda. A sus espaldas, la cordillera del Karakórum, el Himalaya, un intento de medirse con el Spantik, un pico de algo más de 7.000 metros de altura, la Walker, las Jorasses, el Mont Blanc o la Garra del Puma, en Perú, donde abrió una nueva vía junto al cangués Salvi Muñoz. "Ahí estuvimos once días colgados de la pared; luego, en febrero, estuve en Laponia con Santi y Rafa abriendo vías nuevas de hielo, a una de las cuales, por cierto, bautizamos con el nombre de ‘sector astur’. Estos años he viajado todo lo que he podido", asegura el alpinista. Las cumbres asturianas tampoco se le han resistido. "He hecho aperturas en invierno en los Picos de Europa: Peña Santa, Torre Santa de Enol, el Cortés y las cuatro caras del Urriellu en el día", afirma.

No obstante, a pesar de llevar media vida en las alturas, hay quienes aún no se acostumbran. "A mi familia no le hace mucha gracia porque siempre salen noticias trágicas en los Alpes, así que llevo 33 años oyendo eso de que no me vuelva a ir, pero cuando les cuentas la experiencia también les presta. Soy muy necio, ¿qué le voy a hacer? Soy de León, aunque llevo veinte años viviendo en Cangas de Onís".

El trágico verano en la montaña asturiana recuerda la importancia de "recurrir a un guía sin dudarlo, al menos al principio. Cuando tengas una buena base ya irás con amigos", recomienda De Paz, que compagina sus tareas como veterinario con las de guía de escalada. Con 78 años, Cassin repitió su hazaña: "Es gente de otra pasta", asegura el alpinista, quien aspira a mantenerse en esa línea. "Vamos cumpliendo años, pero de ilusión sigo igual, la cosa es que acompañe el físico".

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