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Crouch, jugador del Alimerka Oviedo Baloncesto: "Sabíamos que éramos mejores de lo que estábamos mostrando"

"Me rompí la mano y seguí entrenando; quise ser un tipo duro y al final no ayudé al equipo, me arrepiento", asegura el base

Romeo Crouch, defendido por Pau Isern, del Coruña. | | OCB / JULIÁN RUS

Tras salir por primera vez de Estados Unidos para convertirse en jugador profesional de baloncesto, se rompió un dedo de la mano en el tercer entrenamiento con el Alimerka Oviedo, siguió jugando con dolor y finalmente tuvo que parar para repararlo. Mientras estaba fuera de combate, su equipo acumulaba derrota tras derrota, siete consecutivas, y se hundía en la cola de la LEB Oro. Menos mal que Romeo Crouch (Titusville, Florida) es un tipo optimista. Está convencido de que el equipo saldrá de esta: "Sabíamos que éramos mejores de lo que estábamos demostrando".

–Presente a los aficionados asturianos a Romeo Crouch.

–Nací en Titusville, Florida, donde prácticamente he pasado toda mi vida. Empecé jugando al fútbol americano, no le di al baloncesto de forma competitiva hasta "middle school", cuando tenía 13 años. Si alguien se lo hubiera dicho a aquel chaval de 13 años nunca lo hubiera creído porque era malísimo. Tenía buen físico, era rápido y eso, pero jugando era terrible: no sabía tirar, no podía driblar, pasaba terriblemente mal...

–Pues mejoró lo suficiente como para recibir ofertas de becas en universidades.

–Sí, los primeros dos años jugué en Presbyterial College, en Carolina del Sur. Fue una gran experiencia. Mi rol era el de lanzar triples desde la esquina y defender al mejor jugador del rival. Después pedí el transfer y volví a Florida porque mi padre estaba atravesando dificultades. Me enrolé en una universidad de Division II, Embry-Riddle, y me fue muy bien. Me nombraron "all american", entramos en el torneo NCAA... Tuve un rol mucho mayor.

–¿Cómo se gestó su fichaje por el OCB?

–Tuve algunas ofertas de ligas de menor nivel, pero cuando llegó la del Oviedo no lo dudé. La segunda liga española tiene mucho nivel y en Estados Unidos lo sabemos. Me entusiasmó la llamada del Oviedo, no me lo pensé.

–¿Le animó también el hecho de que sea un club que apuesta por los rookies, incluso de la segunda categoría universitaria, como ocurrió hace un par de años con Micah Speight?

–No lo sabía entonces. Una vez firmado por Oviedo fue cuando me enteré de que es un club que apuesta por los jugadores jóvenes. Pone su fe en nosotros, mientras que en otros sitios no tendríamos muchas oportunidades. Oviedo creyó en mí, es genial.

–Una lesión no es un gran comienzo.

–No, desde luego. Y eso que yo no soy de lesionarme, toco madera (se agacha para tocar el parquet). He estado sano toda mi carrera, en la universidad no me perdí un partido. Fue mala suerte, me rompí la mano creo que en el tercer entrenamiento de la pretemporada, pero seguí adelante, no pensaba que fuera grave. Tiré así durante tres semanas, pero no mejoraba y fui a que me lo miraran. Estaba roto. Quería ser un tipo duro y al final no ayudé al equipo, todo lo contrario, porque el tema se alargó hasta iniciada la temporada. Me arrepiento de ello, pero ya estoy sano. Y además me gusta mucho la ciudad, la gente, la comida... espero sacar lo máximo de esta experiencia. Estoy intentando aprender español.

–Un comienzo duro para usted y para el equipo, de derrota en derrota.

–Ha sido un inicio de temporada duro, pero, pese a las derrotas, veníamos todos los días con talante positivo. Sabíamos que éramos mejores de lo que estábamos mostrando. Ahora que tenemos el equipo completo lo vamos a demostrar. Confieso que estuve cerca de venirme abajo, pero ahora que por fin hemos abierto la lata creo definitivamente que somos un buen equipo.

–¿Qué le pide Trifón Poch?

–En este equipo hay mucha libertad. Tengo que dirigir el juego, necesito ceñirme a nuestro plan, pero dentro de él he de anotar. Trifón tiene mucha confianza en que yo pueda conseguir puntos, así que lo hago cada ve que tengo ocasión. Cuando estaba fuera estábamos anotando sesenta puntos por partido y desde que volví estamos incrementándolo poco a poco. Cada vez que entro en la pista intento elevar nuestra anotación.

–¿Qué ha supuesto conseguir al fin un triunfo?

–Bufff... madre mía, lo ha sido todo. Tenía claro que iba a ser un gran día o un día horroroso, porque estaba cerca de venirme abajo y si hubiéramos perdido... Ganar fue muy emocionante. Con lo que habíamos currado en pretemporada, durante las lesiones, todos los días que veníamos de perder por grandes diferencias y nos partíamos la cara en la pista igualmente... todos esos días condujeron a ese momento. Ha venido genial, lo vivimos como si hubiéramos ganado un campeonato pero solo fue un partido. Estamos entrenando como si hubiéramos vuelto a perder, y en realidad seguimos en el fondo de la clasificación, así que tenemos todavía mucha hambre de ganar y ser mejores cada día.

–Perder una ventaja de doce puntos en los dos minutos finales del tercer cuarto no era buena señal.

–Hemos estado por debajo en el marcador toda la temporada, a veces por treinta, así que al llegar igualados pensamos: "oye, esto está muy bien". ¡Es mejor que estar treinta abajo! (se ríe). Yo estaba con faltas, no era una situación ideal, pero Marc, Thorir, Nigel... todos dieron un paso adelante e hicieron grandes jugadas.

–La grada se volcó.

–Fue tremendo, de verdad. he jugado en muchas canchas, pero Pumarín es una experiencia diferente. es fantástico, los aficionados están súper metidos, animando todo el rato, si el árbitro pita mal se lo hacen saber de inmediato. Me encanta, me encanta Pumarín.

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