Pumarín sacía su sed de felicidad: gran victoria (68-66) del Alimerka Oviedo ante el histórico Estudiantes

El equipo de Guillermo Arenas hace un encuentro redondo ante el conjunto madrileño y da un paso importante para la permanencia

La caldera tenía el combustible necesario para que la llama prendiera y, por fin, se viviera en el polideportivo de Pumarín una de esas tardes que quedan fijadas en la memoria del aficionado. El Alimerka Oviedo Baloncesto, encabezado por un imperial Oliver Arteaga, derrotó nada menos que al Movistar Estudiantes en un partido en el que, por fin, la moneda salió cara y ahora el camino se ve un poco más despejado para el conjunto azul, que este partido vistió de morado, en su lucha por la permanencia.

El equipo de Guillermo Arenas hizo un trabajo de orfebrería, muy serio, para ir asestando golpes donde más daño le podían hacer a un histórico del baloncesto español y uno de los principales candidatos al ascenso a la ACB. Los que más hicieron por derribar al gigante, los que más golpes dieron en el hígado, fueron los interiores, sobre todo una pareja de amigos, Oliver Arteaga y Marc Martí, un profesor y un alumno que están llegando al final de la temporada en una forma espectacular y dispuestos a dejarse hasta la última gota de sudor por la permanencia del equipo asturiano en la LEB Oro.

Arteaga, para el que nunca sobra un elogio, dio otra clase y su magisterio quedó reflejado en 17 puntos, 8 rebotes, 3 asistencias y, en total, 34 créditos de valoración para un cuarentón que es el primero en ir al rebote, en tirarse al suelo a por un balón y en levantar al público, a su público, para que ayude al OCB en una temporada tan complicada como la que se está viviendo. Pero lo bueno de Arteaga es que no solo es uno de los mejores pívots de la categoría sino que, además, es un capitán capaz de unir al resto de sus compañeros, de tener prietas las filas en las duras y en las maduras.

Uno de los que están siguiendo fieles su camino es Marc Martí, que está viviendo uno de sus mejores momentos, dejando atrás el horror de una lesión como la que vivió, moviéndose bajo el aro con una clase enorme, tirando de fuera, reboteando y sacando faltas. Fue, con 23 créditos, el segundo más valorado en el OCB. A estos dos se les unió otro interior en un gran momento, Clevon Brown, que aportó otros diez puntos. Si a ello le unes los 5 de Adrià Domenech en tres minutos, las cuentas son elocuentes: 47 de los 68 puntos que hizo el OCB llegaron de su juego interior.

El OCB salió al partido metido, pero sabiendo que iba a ser largo, que no se iba a ganar a las primeras de cambio. Buscando a Arteaga por dentro (hizo los siete primeros puntos del equipo), el Estudiantes respondía con el exjugador del OCB Jorgensen, incansable anotador, que mantuvo el equilibrio en el primer cuarto (17-15). También el público fue leyendo bien el partido, sabedor de que su participación en el tramo final también iba a ser importante. Un triple de Romeo Crouch, que anotó 13 puntos claves en la victoria del OCB, elevó la distancia local a seis puntos (33-27) pero el Estudiantes se agarró al partido con fe. Al descanso, todo estaba casi igual que al comienzo (35-32).

En el tercer cuarto, el OCB supo llevar la iniciativa en el partido, con el marcador siempre de cara, aunque con distancias muy cortas, con poco acierto exterior (acabaron con 3 de 15 en triples), una constante de la temporada, que muchas veces frustra los intentos de escaparse. Aun así, Adrià elevó la diferencia a siete puntos (52-45) a 1.16 de acabar ese tercer cuarto, una renta que se mantuvo (54-47) para el último parcial.

Otra de las claves del partido había estado en detalles que a veces se ven menos, como la defensa de Chuso González a Jorgensen, que secó al neoyorkino. Una de las claves para el último cuarto estaba en mantener la calma y el oficio que el OCB había tenido en el resto del choque, algo que casi se consigue. Pero no del todo. Con el partido a punto de romperse, llegaron algunos errores, un par de pérdidas de Fabio Santana, que llevaron a un final agónico cuando Oliver Arteaga había puesto la renta en nueve puntos (64-55) a 3.45 del final. También la aparición de Leimanis hizo que en un abrir y cerrar de ojos el Estudiantes se pusiera a tres puntos (66-63) a 1.59 del final y con balón en las manos. Y precisamente Leimanis, con un triple a tablero, empató el choque a 66 a 1.30 de acabar. Santana anotó uno de sus dos tiros libres (67-66) y a partir de ahí al que le empezaron a temblar las piernas fue al Estudiantes, que perdió un balón, y erró un par de acciones para haberse puesto por delante. A 11 segundos seguía el punto de ventaja para el OCB, pero el balón era del equipo madrileño, hasta que Chuso metió una mano imperial y robó un balón que vale un tesoro.

La fiesta que se desató a partir de ahí en Pumarín fue la de una afición sedienta de gloria, de tardes tan bonitos como la que vivió ante un histórico del baloncesto que hincó la rodilla frente a un OCB que ahora ve el futuro con mucho más optimismo.

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