Apoteosis en el Suárez Puerta
El Avilés supera al Gernika con claridad con tres goles y se clasifica para la siguiente ronda de la fase de ascenso
La jornada de ayer en Avilés, más que de reflexión, fue de apoteosis. El estandarte deportivo avilesino dio una alegría que, a falta de redondearse, ya tiene validez para ser recordada. El 3-0 al Gernika deja el ascenso a un paso.
Que el empate equivalga a victoria es circunstancia ventajosa, pero muy traicionera, por eso había aliciente por ver cómo el Real Avilés encaraba una eventualidad a la que no está nada acostumbrado. Los "Cañedo Boys" no querían caer en ganga propia del mayor trilero, pero lo cierto es que su arranque tuvo rasgos temerosos ante un Gernika que salió como res de toril. En los tres minutos iniciales, dos corners, un balón circulando a un par de metros en paralelo a la línea de gol y un testarazo de Koldo Berasaluze presagiaban sufrimiento para los más de cuatro mil pobladores del Suárez Puerta. Por momentos, a la mente venía la última visita de un rival vasco y aquella interminable y siniestra tanda de penaltis perpetrada por los "Buenos Amigos" de Azpeitia, o Lagun Onak, como por allí se dice.
Sendas arrancadas de Primo Conde e Iván Serrano suavizaban unas preocupaciones que reaparecieron con la rozadura de larguero, en el minuto 18, por parte de Gorka Agirre. Durante la primera parte, con aportación stajanovista de Edu Cortina, los blanquiazules apostaron más por la contención y solo dispusieron de una opción diáfana sobre Jon Altamira, la del golpe franco ejecutado por Jorge Fernández al filo de la media hora.
Tras el descanso, la amenaza visitante tuvo de nuevo el golpeo de Gorka Agirre desde fuera del área, mientras las sensaciones eran las de un Real Avilés dando vida al Gernika. Al menos, así fue hasta el minuto 57, cuando un robo de Jorge Fernández a Gorka Marcos continuaba con el avance de Primo Conde y el remate de Natalio. Una vez más, el valenciano, minimizando la importancia de la condición física, demostró su asombroso déficit de nervios y superávit de clarividencia cada vez que se planta ante un guardameta.
A la vez que el Gernika acusaba el golpe, el Real Avilés olió sangre y los envites locales ya no dejaron de producirse. Solo una circunstancia pudo haber variado la situación y es que Isi Ros se libraba de la segunda tarjeta amarilla tras un plantillazo a Jon Agirrezabala. Luego llegaría la enésima recuperación de Edu Cortina y su pase a Primo, para que el cántabro, en remate calcado al de Natalio en el primer gol, marcara el segundo.
Los vizcaínos aún tenían arrestos, pero entonces era el turno de Álvaro Fernández, quien, sin tener que responder a balones con directo marchamo de gol, ofreció gran seguridad. El caudal de ataques locales culminaban en el tercer gol, forjado en una parábola de Pablo Espina, la combinación entre César García y Jorge Fernández y la estocada final de este.
Tres hachazos, tres, que talaron el árbol gernikarra y permiten que el Real Avilés, tras nueve años sin competir en junio, vuelva a hacerlo en el mes del solsticio.
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