Nacida en la localidad palentina de Saldaña, llegó a Asturias de niña y formó parte del primer equipo de balonmano femenino que se formó en el colegio María Milagrosa de Llaranes de la mano de Leonor Palacio y poco después de Manuel Taibo. Del colegio pasó al Ensidesa y fue una de las elegidas para componer la primera selección española que debutó en un encuentro amistoso ante Francia disputado en Bilbao el 10 de noviembre de 1967, en la que también estaban las otras dos homenajeadas por el balonmano asturiano: Milagros Villanueva y Angélica Ferreras. Compaginó la práctica del balonmano con los estudios de Magisterio.
–¿Cómo recibe el reconocimiento?
–Para ser sincera, dije que no tenía sentido, pero pensándolo es un motivo para agradecer y estar orgullosa de que haya gente que tenga estas iniciativas. Y, por supuesto, para revitalizar este deporte y el deporte femenino.
–¿Cómo era el balonmano en su época?
–Tuvimos mucha suerte, fomentó el ámbito social –razones políticas aparte –. Era un momento oportuno para practicar el deporte. Se nos dio muy bien y tuvimos la suerte de tener un entrenador al que le tengo que agradecer todo lo que sé y que nos ayudó mucho. Teníamos muchos beneficios en aquella época. Mientras el resto de equipos, o muchos, tenían que buscarse la forma de equiparse, de viajar, nosotras lo teníamos todo. En el 67, la misma Ensidesa nos hizo un homenaje y nos colmó de regalos en una cena. Hay que entender el contexto. Era mediados del siglo pasado, las condiciones físicas e instalaciones no se pueden comparar a las actuales.
–El deporte femenino está evolucionando mucho, pero aún se sigue trabajando. ¿Cómo percibe lo ocurrido en la selección española de fútbol?
–Estoy contentísima con su posición. Me solidarizo totalmente con ellas. Que sirva como revitalizante para que el resto de mujeres alcancen los objetivos que se planteen. Pasaron muchos años donde la mujer era menospreciada, y no debe ser así.
–¿Qué ambiente tenían ustedes en la selección?
–Éramos como una familia. El último año, concentrada en Madrid, yo ya trabajaba en la ciudad escolar. Como tenía que desplazarme hasta la Almudena para entrenar, Juan de Dios me ofreció su coche para poder desplazarme y no faltar al colegio ni a los entrenamientos. Con los entrenadores había una relación muy buena, sobre todo con Taibo, que era magnífico. Pero aún recuerdo que en mi primera concentración subía las escaleras a gatas de las agujetas. Nos daban una caña que no la olvidaré en la vida, y eso que aquí trabajábamos muchísimo.
–¿Recuerda la primera convocatoria?
–De carrerilla. Además, el Ensidesa era el equipo que más jugadoras aportaba a la selección. Éramos tres: Milagros Villanueva, Angélica Ferreras y yo, las tres de Avilés. De Barcelona iban cuatro, pero del mismo equipo, solo nosotras.
–¿Cómo era posible?
–Porque nos hacían trabajar mucho, entrenábamos muchísimo. A las 7 de la mañana yo ya estaba cruzando el puente del río para ir a entrenar y por las tardes otra vez para entrenar. Fue fruto del trabajo y que Taibo era muy buen entrenador.
–Recalca mucho la figura de Manolo Taibo. ¿Cómo era él?
–Era magnífico. Es más, en aquellos años, década de los setenta, obtuvo el título de entrenador nacional. En aquella época, en Avilés, sólo había una persona titulada en gimnasia por la universidad, Leonor Palacios. En aquella época la gente no tenía el título. También entrenábamos baloncesto y atletismo, que hacía las preparaciones menos aburridas, más distendidas.
–¿Era complicado compaginar el balonmano con la vida profesional y privada?
–Mientras eres joven y estás estudiando era muy sencillo adaptarse. Una vez comienzas a trabajar, todo cambia. Yo estaba de 10 de la mañana a las 10 de la noche, se complicó muchísimo. Tuve que dejarlo relativamente pronto, en el 73 o 74, no tenía ni 30 años.
–¿Cómo era la liga?
–Los primeros años era la sección femenina. Había equipos en Oviedo, en Luanco, en Laviana, en Infiesto… Había sitios que nunca se mencionan, pero contra los que jugábamos. Era a nivel provincial. A partir de los años 70, ya con la Federación, se inició la Liga nacional, que se organizaba por sectores, con ocho o diez. Se jugaba la Liga regional y los campeones iban a la Nacional.
–¿Cómo recuerda aquellas temporadas?
–Recuerdo partidos en los que se goleaba porque sí, porque había una superioridad abismal. No recuerdo ningún año sin ser campeonas de Asturias, nunca. En el Nacional fue muy variado. Unos años campeonas, otros años subcampeonas. Uno de los Nacionales, en Burgos, fue muy curioso.
–¿Qué pasó?
–Yo no pude ir con el equipo, estaba estudiando. Solamente me quedaba una asignatura y no me podía permitir el lujo de no presentarme. Fran Lorente apareció en mi casa para convencer a mis padres de que fuese, porque desde Burgos estaban llamando pidiendo que viajase porque estaban superando todas las fases del sector. Esa noche, Fran y mi padre me llevaron a la estación de tren, para coger el tren y viajar directa a Burgos.
–¿Y cómo acabó?
–Quedamos subcampeonas. Recuerdo que cuando llegué no me dejaron ir directamente al palacio de deportes, sino que me llevaron al hotel para dormir. Cuando llegué al polideportivo estaban mis compañeras ya allí, que se pusieron contentísimas. Fue un partido en el que me entraba todo. Todo lo que tiraba iba para adentro. Ese día Juan de Dios me llamó para la selección.