Pablo Serrano, una estrella del parabádminton, y sus primeros retos del año: Langreo y Vitoria
"Mis sueños son vivir del deporte o disputar unos Juegos Paralímpicos", dice el gijonés
A. M.
Pablo Serrano (Gijón, 2004) no ve metas imposibles, para él todo es alcanzable si se hacer a base de esfuerzo. Cada día va y viene de Oviedo a Gijón. Entrena a bádminton a diario en el Centro Internacional de Tecnificación Deportiva (CITD) de Oviedo, situado en El Cristo, con la determinación de un ganador. De quien se vio de repente en silla de ruedas, cuando era un crío. Su historia de superación no tiene límites. Y narra el calvario de un niño inquieto que de repente se vio postrado en una silla. Ahora lo tiene claro: apunta "a unos Juegos Olímpicos o a vivir del deporte". No parecen metas inalcanzables para este gijonés de espíritu resiliente. De momento, el año lo comienza con un torneo del circuito nacional en Langreo, que Serrano aspira a ganar, y en el horizonte de marzo se sitúa un internacional en Vitoria, del que confía en regresar con una medalla.
Un mal día su vida cambió para siempre. "Me desperté y de repente no podía levantar el brazo. Lo intentaba y no tenía fuerza. No sabía qué pasaba, yo me había ido a la cama normal, como cualquier día. Entonces se lo dije a mis padres, que me llevaron al médico, a Cabueñes. Estuve unas semanas. Allí me llevaron a Oviedo. La enfermedad era degenerativa, y del brazo se me pasó a la pierna. Estuve uno o dos meses en silla de ruedas hasta que pude caminar. Luego me llevaron a fisioterapia y poco a poco fui recuperando la movilidad. Yo era muy delgado, muy delgado. Y además perdí toda la musculatura del brazo", revela el deportista. "Llegó un punto en que tenía tan poca fuerza que ni siquiera podía sentarme en una cama. Estuve más de dos meses en el HUCA. No recuerdo mucho, sí que estaba con más niños con problemas de movilidad. Era una enfermedad rara. Tardaron un poco en hacer el diagnóstico. Y en encontrar la cura. No había mucha explicación. Yo no podía caminar".
Pablo era ya un prometedor deportista. Pero todo se frustró. Un golpe muy difícil de asimilar para un niño inquieto, con ganas de jugar con sus amigos. "Estaba triste, como deprimido. No podía correr. Yo hacía mucho deporte: fútbol, tenis, natación. Claro, dejas de hacerlo. En realidad, no puedes hacer nada. Estaba triste y deprimido. Los médicos me dijeron que no podía hacer deporte de contacto. Tuve que dejar el fútbol".
Pero un día, el azar, el que le llevó a contraer un extraño virus que le dejó postrado en una cama en el HUCA, también le brindó una oportunidad: conocer el bádminton, el deporte que ahora le saca una sonrisa. "En el colegio hacíamos la semana del deporte. Uno fue el bádminton. Me llamó mucho la atención, me gustó y quise probar. Tenía 10 años. Los primeros años estaba en la escuela y entrenaba con gente sin discapacidad. Luego subí al club. Tenía 14 años. Y un día me ve el presidente y me dice: ‘hay un torneo en septiembre para gente con discapacidad’. De aquella no era olímpico. No había tantas exigencias", cuenta sobre el proceso.
Después llegó Francia, un torneo que fue el punto de inflexión. "El primero torneo fue en Francia 2018. En individual pierdo en grupos, pero en dobles quedo tercero. Yo iba a jugar con un chico de Gijón, pero no pudo ir y fui sin pareja. Y allí había un chico ruso que estaba como yo y quiso jugar conmigo. Conseguimos un tercero de Euro", narra. Desde ese momento, no ha parado de ganar (en total tiene 16 oros en campeonatos de España contando con las categorías de individual masculino SU5, dobles masculino SU5 y dobles mixto SL3.
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