Del simpa andorrano al virus felguerino
Tras el de la pasada jornada ante el Langreo, la historia del Real Avilés Industrial registra 19 partidos aplazados, con vicisitudes de lo más variopinto.

Espectadores viendo un partido del Real Avilés en el estadio Suárez Puerta, / Ricardo Solís

Lo que Hernández Velázquez, don Teodosio, vivió durante el primer fin de semana de octubre de 1984 no lo superó ni Michael Douglas en la ficción de "Un día de furia". De saber lo que le venía encima, por supuesto que el árbitro vallisoletano se hubiera quedado en casa, pero tenía trabajo a 700 kilómetros, en Andorra, para arbitrar partido con presencia del Real Avilés Industrial. Poco antes de llegar al micropaís pirenaico, los problemas empiezan con un accidente en le destroza el vehículo y casi la vida. Llegado con escasa antelación, el club local no acepta el abono íntegro del recibo –antes del inicio, como indica la normativa–, por lo que se niega a dirigir el encuentro. Una vez fuera del estadio, es agredido y, en la salida acelerada en vehículo alquilado, atropella a un policía, lo cual, antes de cruzar la frontera, implica su detención y reclusión, hasta entrada la noche, en el calabozo. Dos días después, con otro árbitro, la precisión del ferrolano Nando López, en ejecución de golpe franco, suponía la victoria avilesista (0-1).
El simpa del Andorra, motivante del primer aplazamiento de un partido del Real Avilés Industrial, lidera la parte burda de una historia que tuvo el siguiente capítulo en aquellos mismos días otoñales de 1984. La causa, más comprensible, residía en la huelga de futbolistas, que reivindicaban diversos derechos laborales. Hubo jornada el 9 de septiembre, pero, a excepción de algunos esquiroles, como el Figueras, los equipos jugaron con amateurs y juveniles. Y así le fue al Real Avilés Industrial, víctima del famoso "infanticidio del Alto Ampurdán" (10-2). El director general de Trabajo, Francisco García Zapata, llegó a decir que la alineación de juveniles no se ajustaba a derecho, pero los resultados se dieron por válidos. Sin resolver las reivindicaciones, la jornada posterior se paralizaba y el partido del Real Avilés Industrial ante el segundo filial del Barcelona era aplazado por espacio de 46 días.
El mayoritario motivo de los sucesivos aplazamientos fue la climatología. En febrero de 1986, la típica nevada de la comarca cántabra de Campoo-Los Valles demoraba la visita al feudo del Naval reinosano, San Francisco, donde la victoria (0-1) se producía en un ambiente hostil y de pedradas al árbitro. Eran tiempos en los que el manto blanco también se instalaba en el Suárez Puerta, como en enero de 1987, cuando se tuvo que paralizar la visita del Oviedo Aficionado.
La legendaria escalada del equipo de Vicente González-Villamil en la 2ª División 1990-1991 también se vio ralentizada por las inclemencias climatológicas. Lo curioso es que sucedía en lugar inusual para las precipitaciones. Recuperado el césped del La Condomina, ni el líder, Murcia, detenía la suma consecutiva (1-1) de los blanquiazules. Asimismo, curioso fue que la lluvia aplazara el que iba a ser primer partido oficial del tejerismo, y no por el lugar, San Martín del Rey Aurelio, sino por el mes, agosto, el de 1997, y por la intensidad repentina del diluvio, que empezaba a solo hora y cuarto del inicio del partido.
Hubo momentos en los que el agua, aun sin ser muy copiosa, aportó escenas rocambolescas, como lo ocurrido el 1 de diciembre de 2002, en plena guerra, entre la SAD blanquiazul y el Ayuntamiento de Avilés, por el mantenimiento de una instalación que solo tenía cuatro años. Con el Suárez Puerta encharcado en zonas determinadas, el árbitro daba opción de jugar, si el agua era retirada, pero la imagen que quedaba era la de un solo empleado del club, escoba en ristre, rodeado de un montón de gente, incluso personal de bomberos, que se limitaba a mirar. Aquella visita del Marino Luanco no se haría efectiva hasta transcurrido mes y medio.
Episodio análogo se presenció en la siguiente temporada, cuando el club pasaba por uno de los peores momentos deportivos y económicos de su historia. Tampoco era capaz de achicar la humedad y la visita en Copa Federación de un rival de inferior categoría, el Cerceda coruñés, se producía ocho días después con un bochornoso 0-4.
Mientras los aplazamientos por inundaciones fueron sucediéndose en Villagarcía de Arosa, Tuilla, Gijón (Santa Cruz), Pravia y Valdesoto, por la mezcla de lluvia y deficiencia de las instalaciones, un nuevo y mayor imponderable irrumpió a partir de marzo de 2020. En ese momento, no es que se aplazaran, sino que los 12 partidos pendientes no llegaron a disputarse, a cuenta de la crisis sanitaria global del coronavirus. Transcurrido un año, los coletazos del covid-19 aún provocarían un par de encuentros postergados, ante Llanes y San Martín, en ambos casos por incidencia directa en jugadores avilesistas.
Así pues, una cuestión sanitaria puntual y, en este caso, ajena –virus estomacal que afectó al 60% del plantel del Langreo– es, por primera vez, razón para el aplazamiento de un partido del Real Avilés Industrial.
En los 42 años de historia industrialista constan otros cuatro partidos no estrictamente aplazados, sino suspendidos, ya que se jugaron parcialmente en la fecha establecida. En la salida de 1988 y entrada de 1989, el equipo de Raúl González iba como un tiro –7 victorias y 3 empates en los diez partidos anteriores a la comparecencia de Fuentesnuevas–, pero entonces apareció la niebla sobre Ponferrada, donde, entre la primera parte y la segunda, transcurrían tres semanas para determinar la quiebra de la racha. Y el agua paralizaba los choques ante Lealtad (Copa del Rey, agosto de 1993) y Ceares (Tercera División, enero 2021). En el último de estos casos, la interrupción acontecía por causa tan inédita como inquietante. El 30 de marzo de 2008, Ginés Rodríguez, lateral derecho del Langreo, caía inerte sobre el césped del Ganzábal, tras recibir en la cabeza una patada fortuita de Mimi Leite. El temor por la vida del jugador, a punto de tragarse la lengua, era evidente y la rapidísima intervención de Leticia, hermana de Ginés y fisio unionista, acabaría siendo crucial para que nada fuera más allá del sobresalto.
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