Parapenaltis de brillantes: el Avilés neutralizó la pena máxima número 75
Ante el Talavera, el Avilés neutralizó otra pena máxima, en total, casi la tercera parte de las que le pitaron en toda su historia

Un lance del Real Avilés-Talavera disputado en el Suárez Puerta / Mara Villamuza / LNE

La tradición protocolaria otorga a cada 75 aniversario el sobrenombre de bodas de brillantes, como brillante se mostró el guardameta del Real Avilés Industrial, Álvaro Fernández, para conseguir que el penalti favorable al "Tala" sea el número 75 de la historia blanquiazul que los rivales no consiguen transformar.
Para ganarse la brillantez en el pateo de Sergio Montero, al arquero de Arganda no le hizo falta ni tocar el esférico. Le bastó con insuflar desconfianza en el lanzador talaverista y provocar que el esférico se estampara en el travesaño. Superado el minuto 90, mucho de suerte, mucho de intimidación y dos segundos para pasar del tormento al jolgorio, igual que sucedía, y por duplicado, en la eliminatoria contra el Atlético Antoniano. Entre blocajes e incitaciones al fallo, ya es la cuarta vez que Álvaro se erige en parapenaltis.
Para el Real Avilés Industrial, este ránking se iniciaba el 8 de enero de 1984, en el Santa Isabel, casa del desaparecido Compostela. Aquella neutralización de Josito Viña fue muy importante, no solo por contribuir a la victoria (0-1) en el feudo santiagués, sino por la trascendencia: en su primera temporada de vida, el equipo lograba mantenerse en la Segunda B bigrupal.
En los duelos desde once metros sobresale un corverano, de Fafilán, que desafió especialmente la desigualdad entre porteros y lanzadores. Como guardián industrialista, Juan Carlos Pérez afrontó trece penaltis y evitó ocho conversiones, un descomunal 61’54%.
Además, siete los bloqueó directamente, todos a domicilio, y solo uno se evaporaba fuera de la portería, precisamente el único del Suárez Puerta, ante el Barcelona Aficionado. Juan Carlos rememora: "En el total de mi trayectoria deportiva, paré, aproximadamente, la mitad de los penaltis, número que mejoré con creces en mis dos temporadas con el Real Avilés Industrial. No solo me fijaba en la colocación del ejecutor, sino en la de sus compañeros. Me solía tirar hacia el lado más poblado de rivales, que esperan posibles rechaces. Mi referente era Arconada, sobre todo por su potencia de piernas. En los penaltis, el duelo psicológico es crucial y ahí triunfaba mi tranquilidad, pues toda la presión es del lanzador".
Por número de neutralizaciones, el líder es Santi Calvo, con catorce, cifra que, asimismo, arroja un interesante porcentaje, rayano al 40%. Como cancerbero con más presencias en la historia industrialista, el catalán también es el que más penas máximas tuvo que desafiar, 36, una docena más que su inmediato perseguidor, un Davo Armengol que triunfó en la cuarta parte de sus retos ante el punto fatídico.
Otra estadística llamativa es la de Borja Piquero; en su caso, con mucho menos eco, ya que fue el más habitual de la portería en los peores, y últimos, años del tejerismo. Zurdo y lindante al 1’90, Piquero rechazó casi la mitad de penaltis, 7 de 15.
Estas historias de héroes sin capa, y sin sotana, también dejan curiosidades, como la del 20 de febrero de 1994, cuando Marino Solares, defensa central, ocupaba portería en el O Couto orensano, consecuencia de la expulsión de Santi Calvo. Con desparpajo y exteriorizando lo poco que tenía de perder, Solares incitó al golpeo contra el travesaño.
O la de Rafa Ponzo, quien, en la localidad cántabra de Noja, protagonizaba una escena difícilmente repetible. En el único partido que tuvo oportunidad defender el arco avilesino, fue capaz de dejar sin efecto hasta dos penaltis, si bien el rechace del primero terminaría en gol.
Además de Ponzo, ese desenlace de alegría instantánea, la del rechace y gol, lo sufrieron otros cuatro guardametas. Por un lado, Eneko Loinaz y Borja Piquero, ambos en plena precariedad tercerdivisionista, coincidiendo con las primeras derrotas del equipo blanquiazul en Ceares (2005-2006) y Grado (2018-2019), respectivamente. Y por otro, dos de épocas más florecientes: Esteban Andrés, en el desaparecido Antonio Amilivia, de León, días antes de iniciarse la extraordinaria segunda vuelta 1995-1996; y Camuel Álvarez, protagonista en un partido que pudo cambiar el signo de la historia. Recién estrenado el año 1988, el equipo de Raúl González, pese a la derrota (1-0), aún salía líder del Ipurúa, pero no con la misma fuerza que le hubiera dado un rechace exitoso de Camuel. Para muchos, ahí empezó el éxito, envidiable y aún vigente, del gran Éibar.
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