Era la hora del vermú ayer en el centro de Oviedo y no parecía que se jugase un derbi asturiano. Daba gusto pasear por la ciudad porque la temperatura acompañaba y hacía sol. Pero ambiente futbolero, poco. Resultaba complicado encontrar una mesa libre en las terrazas del Antiguo, de bote en bote, mientras por el barrio retumbaba la música del concierto al aire libre a cargo de la Banda de Música Ciudad de Oviedo. La estampa era familiar desde la plaza del Sol, al Fontán, pasando por Trascorrales y Riego. Prácticamente como cualquier sábado.
Alguna camiseta del Oviedo, pocas, comparadas con derbis anteriores, mientras se acercaba la hora del partido. Pero eso era en el Antiguo. Un poco más arriba, a tres kilómetros, el oviedismo calentó motores desde bien pronto. La plaza Pedro Miñor, a tiro de piedra del Tartiere, fue el epicentro azul de un derbi, otro, que acabó con alegría carbayona. Un chute de optimismo de cara al final de temporada.
Por ahí estuvieron desde muy pronto aficionados del Oviedo e incluso algún empleado azul como Silvino Aparicio, delegado, que horas antes de subirse al autobús comentaba la previa del derbi en una terraza como un hincha más. No era el único. Un amplio grupo de aficionados azules, rondando la veintena y separados por mesa, animaba la plaza e incluso tiraba de algún cántico. “El partido será difícil, pero ganaremos y se nos va a hacer corto el toque de queda para celebrarlo”, presagiaba Roberto García. “Estamos mal como equipo, pero en los derbis nos venimos arriba. Llevamos aquí desde las 12.30. ¡Y lo que nos queda!”, presumía Alejandro Forlano.
Miembros de la peña La Colonia, como Jorge Coma o Alejandro García, disfrutaban de unas cervezas antes del partido en Miñor y también se mostraban confiados con una victoria azul: “Somos los reyes de derbi”.
Parecido pensaban Nerea Barreiro, Javier García, Walter García y Katia Diaz. “Llegamos mal, pero ganamos”.
“Llevamos calentando desde las once y media. Hoy (por ayer) ganamos al Sporting”, explicaba David Barrientos, hincha oviedista, en una de las terrazas de la plaza junto a más colegas. “No hay tanto ambiente por el covid, pero un derbi siempre es un derbi y seguro que ganamos”, concluía.
Y ganaron. Horas después Barrientos estaba dando saltos de alegría por el gol de Diegui. A decir verdad, casi toda la plaza botaba y botaba después de que Diegui la enchufara. Porque el gol del Oviedo fue un petardazo inesperado. En las terrazas se bailó la “haka” del canterano. Fue improvisado. Difícil mantener la mascarilla, casi imposible guardar la distancia de seguridad. “¡No me creo que haya sido Diegui!”, vociferaba Samuel Alonso, eufórico durante la celebración. Efectivos de la Policía Nacional intentaban poner orden y pedían mesura. Hubo un pequeño incidente con un aficionado azul al que la Policía reclamó, a juicio del hincha con malas formas, que se pusiese la mascarilla entre trago y trago. Un bar tuvo que apagar la televisión de la terraza de forma momentánea para que se calmasen los ánimos. La cosa no pasó a mayores, aunque la Policía pegaba el toque a todo aquel que se excedía. Incluso algún hostelero pidió calma a los clientes en los momentos de más tensión. Al final, 0-1. “¡Vamos!”, se escuchó.
Al final, una celebración muy corta, cánticos, alguna bengala y mucha felicidad. La Policía despejó la zona poco a poco, pero con mucha calma. La victoria se quedó en Oviedo.
