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Los asturianos más veteranos que jugaron un derbi: Nadie tan legendario como Lalo y Medina

“Ganar un derbi es lo máximo”, destaca el exjugador del Oviedo | “Éramos amigos de los del Oviedo, pero en el campo, madera”, afirma el exjugador del Sporting

Lalo, 85 años, interior izquierdo de los azules, junto a su hija Isabela Gómez y Medina, 89 años, defensa de los rojiblancos, con su mujer, Acacia Peláez.

Lalo y sus dos goles en El Molinón

Eduardo Gómez García-Barbón, Lalo, es el ex jugador azul asturiano con más edad que ha participado en un derbi. Nacido el 14 de marzo de 1936, este ovetense de 85 años tiene una amplia trayectoria como jugador y entrenador. Lalo reside desde el pasado mes de abril en el centro gerontológico Costamar de Luanco, localidad de la que es su familia materna y en la que viven dos de sus hermanas, Milagros e Isabel, y una de sus hijas, Isabela. A pesar de su avanzada edad y de sus limitaciones físicas, el fútbol y en especial el Real Oviedo siguen centrando las conversaciones de una persona que tiene un sitio destacado en la historia del club azul, con el que jugó siete temporadas, desde la 53-54 a la 59-60, y con el que debutó en Primera División con 18 años. Fue máximo goleador de Segunda División en la temporada 57-58, con 19 goles, y disputó 83 partidos con el Oviedo en los que marcó 59 tantos. Ambidiestro, con el número “10” a la espalda, y en su posición de interior izquierdo, destacaba por su elegancia y su olfato de gol. Tras dejar el Oviedo, Granada y Murcia fueron sus otros equipos antes de emprender una larga carrera como entrenador, dirigiendo también al Oviedo en la temporada 78-79, en la primera vez que penó el equipo oviedista por Segunda B.

Lalo marca un gol al Sporting.

Lalo llega a la cita con LA NUEVA ESPAÑA, en la biblioteca de la residencia en la que reside acompañado de su cuidador, Héctor, para el que solo tiene palabras de elogio y agradecimiento. A pesar de que reconoce que tiene muchas “lagunas” en su memoria, es mencionar el Real Oviedo y sus recuerdos brotan de su mente alrededor de sus vivencias en el club azul. “Es el equipo de mi vida.” afirma el exjugador, que es consciente de que esta semana se juega el derbi con el Sporting. “Hay que ganar. ¡Hala Oviedo¡”. Son las primeras palabras de un Lalo que esboza una gran sonrisa al recibir una bufanda y una camiseta del Oviedo. “Los derbis son partidos muy especiales, sobre todo para los aficionados. Para los jugadores, en especial para los que nacimos en Oviedo, ganar un derbi es lo máximo. La repercusión que tiene entre los aficionados es inmensa. La semana posterior al partido queda marcada por el resultado y si consigues ganarlo, todo se ve de otra manera. Además, el equipo que pierde queda muy tocado”.

Precisamente, su primer derbi con el Oviedo es uno que está en la historia de los partidos de rivalidad. Fue en febrero de 1956 en un encuentro que se tuvo que jugar de martes, ya que una copiosa nevada obligó a su aplazamiento dos días antes. El Oviedo se impuso por un contundente 0-6, en un partido en el que Lalo marcó dos goles. “Jugar el derbi en El Molinón, ganar por 6-0 y marcar dos goles fue lo máximo. Lo notamos al llegar a Oviedo: los aficionados estaban esperándonos y esa semana fue increíble no podíamos salir, todo eran felicitaciones. Íbamos a cualquier bar y nos invitaban”, recuerda.

Lalo jugó cinco derbis con el Oviedo de los que ganó tres y perdió dos. De las dos derrotas, una de ellas fue en El Molinón, por 5-1, en un partido en el que Lalo acabó expulsado, la única vez en su etapa de futbolista, tras marcar el Sporting el cuarto gol. “Fue una auto expulsión, por protestar al árbitro” señala. Lalo guarda un grato recuerdo de sus compañeros, pero tiene una mención especial para “Falín y los hermanos Cuervo, Toni, uno de los mejores defensas de la historia del fútbol español; Fernando, que murió en un accidente de tráfico cuando los dos jugábamos en el Granada y Antonín, el masajista, que era un fenómeno. Venía gente de fuera de Asturias para que les curase de sus lesiones”.

Sobre el derbi del sábado, Lalo señala que “el Oviedo está más irregular que el Sporting, pero los derbis son diferentes, la clasificación cuenta poco, es mucho más importante la motivación que tengan los jugadores, sobre todo los que son asturianos”. Y lamenta que el partido de rivalidad no sea en Primera División: “Es el sitio que les corresponde a los dos equipos, dos históricos del fútbol español”. En Primera División, en Atocha, con 18 años recién cumplidos, debutó Lalo con el Oviedo en un partido ante la Real Sociedad, el 11 de abril de 1954. Aquella temporada disputó los últimos tres partidos de Liga. “El entrenador del Oviedo era Urquiri y debutar en Primera en un campo mítico como Atocha ante jugadores que eran internacionales como el portero Izaguirre o Iriondo fue algo muy grande para mí”. Estuvo siete temporadas en el club azul, hasta la 59-60, y posteriormente jugó en el Granada y el Murcia, antes de emprender una larga carrera como entrenador, en la que dirigió entre otros equipos al Granada, Villarreal, Murcia, Almería, Pontevedra, Avilés y también al Oviedo, al que dirigió en la primera parte de la temporada 78-79, en Segunda B.

Lalo sigue disfrutando hablando de fútbol y deseando que el Oviedo “vuelva a Primera. El club y la afición se lo merecen”. En cuanto a un deseo para el derbi, no duda: “Que gane el Oviedo, lo demás es secundario”.

Medina y los trece derbis

Conserva camisetas con los dorsales “2” y “4”, testigos de sus quince temporadas en el Sporting, carrera iniciada como centrocampista y finalizada como defensa. Armando Menéndez Medina (Gijón, 30-9-1932), el rojiblanco con más derbis disputados (nueve de Liga y cuatro amistosos, detalla el historiador Frichu Yustas), guarda incluso unas botas con tacos de clavos que le hacen esbozar una sonrisa. “De aquella terminaba el partido e íbamos a tomar algo con los del Oviedo, pero en el campo, madera”, comenta sobre la intensidad de los duelos ante el eterno rival en aquella década de los 50. Amigo de Lalo, “muy buena persona”, también presume de haber mantenido una intensa amistad con el ya fallecido Toni. “Quería ficharme para el Oviedo, pero como para marchar. ¡Qué iba a pensar la afición!”, explica Medina.

La memoria le devuelve menos recuerdos de los que le gustaría. La mejor ayuda la encuentra en Acacia Peláez, la mujer que le ha dedicado 64 de sus 87 años. La madre de sus dos hijos, el primero de ellos ya fallecido. También se inspira en las fotografías que inundan las paredes del salón de su casa, en la gijonesa calle de Palacio Valdés. En ellas aparece encimando a Kubala, disputando el balón con Luis Suárez, capitaneando al Sporting en el Santiago Bernabéu... “Mire, aquella es de un once entero de asturianos”, apunta, con orgullo. “De aquella había menos medios, pero la pasión era la misma o incluso mayor que la de ahora”, dice Medina antes en meterse de lleno a su relato sobre los duelos ante el Oviedo.

“Entre los jugadores nos decíamos barbaridades, pero todo acababa con risas”, comenta sobre los piques en el terreno de juego. No sólo ahí. En el vestuario, más. “Eso no se puede contar aquí”, señala el exrojiblanco sobre las palabras gruesas dedicadas por los entrenadores para motivarles antes de saltar al verde. “Armando, eso sería Amadeo, porque Barrio y Carriega eran muy educados”, le corrige Acacia haciendo referencia a tres de los técnicos con los que trabajó. Tres nombres, como él, con huella en la historia del club. Admitido el apunte por quien disputó de rojiblanco más de tres centenares de partidos, la conversación se centra en otro tipo de acicate.

Medina disputa un balón al azulgrana Luis Suárez.

“Había prima por ganar al Oviedo, ¡claro!”, confirma Medina. No recuerda la cantidad exacta, pero Acacia tiene el dato más fresco. “Tengo presente que cuando ganasteis al Atlético de Madrid os dieron 10.000 pesetas (60 euros), así que ante el Oviedo sería algo parecido”, detalla. “Puede parecer una miseria ahora, pero de aquella con 16.000 pesetas comprabas un solar”, añade Medina para poner en contexto la cifra. Tremendo. “Ir a la compra con un billete de mil pesetas ya daba vergüenza por parecer un gesto de ostentación. También le digo que entonces no se cobraban las barbaridades de ahora en el fútbol”, añade Acacia.

“¿Cómo está Lalo? Mándele recuerdos de mi parte. Era un gran interior”, interviene Medina para volver a poner el balón en juego en aquellos partidos ante el Oviedo que se almacenan también en cajas donde colecciona recortes de periódicos y fotografías. “Mi hijo Alejandro es el que lo controla todo”, explica echando mano a una hoja en la que se detalla la temporada y el resultado de cada uno de los nueve duelos regionales de Liga disputados por su padre. “El día que usted necesite alguna imagen de un compañero de mi época o algo, venga por casa, que no hay problema”, insiste, generoso, Medina.

“¿Nervios? Todos. Una semana antes del partido ya se empezaba a hablar de ello. Por la calle, lo primero”, comenta el exrojiblanco por ese clima que acompaña los duelos ante el conjunto azul. “Que no te marche esi, mira a ver aquel...”, añade sobre los comentarios que recibía cuando le tocaba marcar a la figura carbayona del momento. “Recuerdo que fui a El Molinón desde pequeñina, porque tenía unos tíos que eran muy del Sporting, y el ambiente en el campo era tremendo. Entonces no había problemas. Ahora el tema es que hay chavalería un poco revoltosa”, detalla su mujer, con elegancia, sobre los actuales debates sobre desplazamientos a la capital en “burbuja”.

Ellos no irán al campo. Tampoco lo verán por la televisión. “Armando se pone muy nervioso. Son 89 años”, explica Acacia, atenta a cada movimiento de su marido. Ella es quien se encargará de informarle una vez termine todo en el Tartiere. “Miraré en el teletexto. Luego, si ganan, sí habrá que ver las repeticiones. Todas las que podamos”, concluye sonriente. Comparte sonrisa Medina mientras trae a la mesa una foto de la histórica visita del Sporting a Cuba. “Nos trataron fenomenal. ¡Qué guapo fue aquello!”, concluye la leyenda de los trece derbis.

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