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Hablan los sportinguistas de la foto viral en el Tartiere: “No hubo ningún problema”

Alejandro y Pelayo Vigil, mellizos, siguieron el partido en medio de la afición azul en busca de una camiseta de Babin

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Los mellizos rojiblancos Alejandro y Pelayo Vigil Ángel González

Apenas han transcurrido unas horas desde que finalizó el partido y la fotografía ya va camino de ser icónica. De esas que se recuerdan con el paso de los años en cada derbi regional, como la de los pequeños Álvaro –oviedista– y Pedro –sportinguista– compartiendo confidencias en el Tartiere en un Oviedo-Sporting B o la de Quini y Tensi abrazados antes de comenzar un partido de rivalidad regional en los años 70.

La fotografía no puede ser más potente: dos aficionados rojiblancos, con sus camisetas y bufandas del Sporting, en mitad de una de las gradas del Carlos Tartiere rodeados de hinchas azules en la previa del derbi que acabó el sábado con empate (1-1) en el Tartiere. Ellos son Pelayo y Alejandro Vigil Mon, mellizos de 13 años, gijoneses, “de la zona de Contrueces-Montevil” y “sportinguistas desde que nacimos”.

“Fue muy emocionante”, aciertan a asegurar, atropellados, interrumpiéndose entre sí. Siguen con los nervios de haber vivido “algo único”. El móvil de ambos no deja de sonar. Lleva así todo el día. “Todos los amigos, los compañeros de clase, los del equipo de fútbol… Todos nos están mandando la foto, etiquetándonos y comentándonos”, aseguran los hermanos con un orgullo palpable. El de haber vivido un momento especial que quedará para siempre en la retina no solo suya, si no del imaginario colectivo.

“Fue una pasada”, explican. Sobre todo, porque no se esperaban poder vivir el partido en directo. “Con todo el lío de las entradas, pensábamos que no íbamos a poder ir”, convergen. Pero el amor paterno todo lo puede. Fue su padre, Marco Vigil, el que consiguió las localidades. “El motor fueron ellos, según iba pasando la semana, me pedían ir más y más”, explica el progenitor. “Al principio lo vi complicado, pero al final conseguí las entradas por un compañero de trabajo”, asegura. Así, acudieron al campo los dos adolescentes, su padre, su tío José Luis y su abuelo Silvino.

“Llegamos de clase y teníamos las entradas en casa, impresas”, recuerdan los dos hermanos, “fue una gran emoción, mucha euforia”. Pero nada comparable a lo que sintieron al entrar al campo. “Fue raro, porque nunca habíamos estado allí”, rememoran. Tantas eran las ganas, que entraron solos al estadio. “Les dijimos que esperasen por el abuelo, pero estaban ansiosos”, recuerda su padre. Tanto Marco como José Luis y Silvino se sentaron unos asientos más arriba, pero los dos jóvenes, no. Querían estar abajo, lo más cerca posible de los jugadores. “Nos dijeron de ir a la zona visitante, pero dijimos que no, queríamos animar al equipo desde cerca”, resaltan.

Los mellizos rojiblancos, en el Tartiere

“Y conseguir la camiseta de Babin”, explica Pelayo, fan incondicional del central de Martinica. “Me encanta, es el mejor jugador de todos”, refrenda. Su hermano, por contra, se queda con Fran Villalba y Guille Rosas, que “nos saludó al acabar el partido”. “Cruzamos las miradas con alguno de ellos y fue impactante”, enfatizan aun emocionados.

El partido lo vivieron de forma dispar. “Tranquilo” Alejandro y “tenso” Pelayo. El momento culmen llegó con los goles. Con el primero, de Lucas Ahijado para el Oviedo, llegó la decepción. “Estábamos sentados, cabizbajos”, recuerdan. Pero el empate de Djuka desató la locura. “Lo celebramos como si estuviéramos en El Molinón, nos dio igual estar en Oviedo y rodeados de azules”, remarcan. “Me dejé la voz gritando y animando”, enfatiza de hecho Pelayo. “Salió del campo afónico”, refrenda entre risas su padre. “Fue una pasada de gol, ¡vaya calidad! Ni Neymar hace eso”, apuntillan.

Pero siempre cómodos, sin sentirse en ningún momento atacados por los aficionados rivales. “Se portaron muy bien con nosotros, nadie nos dijo nada”, explican. “Los que teníamos al lado eran unos cracks”, apostillan. “Solo alguno que teníamos detrás nos dijo algo cuando celebramos el gol”, recuerdan.

“En ningún momento tuve miedo de llevarlos al campo”, explica su padre, “solo dudamos si llevar las camisetas y las bufandas”. De hecho, recuerda, “el abuelo no quería que fuéramos de rojiblanco, pero a ellos dos no había forma de convencerlos”, prueba de su sportinguismo. Al llegar a los aledaños, rememora Marco, “un policía nos sugirió quitarnos las bufandas y esconderlas, para que no hubiera ningún problema, pero los propios aficionados del Oviedo dijeron que no, que las mantuviéramos, que no iba a pasar nada”.

Para el padre de los dos mellizos, “la gente tenía intención de darle normalidad al derbi, de hacer ver que no pasa nada por ir al campo rival a vivir el partido”. Algo que quedó completamente demostrado con la imagen de los dos adolescentes. “Se puede vivir un derbi con normalidad”, enfatiza su padre. “No pasa nada, fútbol es fútbol y hay que vivirlo con deportividad”, subrayan Alejandro y Pelayo.

Y, para ellos “el Sporting es el fútbol”. Porque mamaron el sportinguismo desde pequeños. “Somos sportinguistas desde antes de tener memoria”, aseguran. “Este año vamos a subir seguro”, aseveran, “mira qué equipazo tenemos, ¡es una locura!”. Como la que están viviendo ellos. “No paran de llegarnos mensajes”, inciden. El teléfono solo descansó durante el partido que estuvieron jugando en la mañana de ayer con su equipo, La Braña, en categoría cadete –Pelayo es portero y Alejandro, extremo–. “El resultado mejor no lo pongas”, sonríen tratando de olvidar con deportividad lo que se supone fue una amarga derrota.

La misma deportividad que demostraron ellos y los aficionados oviedistas el sábado. Una imagen de pique, pero sano. De convivencia. De normalidad. Una imagen que se repitió en más zonas del campo y que los mellizos representan mejor que nadie. Todo por una pasión, la rojiblanca, y por una camiseta, la de Babin.

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