El Oviedo vive inmerso en un conflicto de géneros. No de géneros gramaticales. Tampoco de géneros futbolísticos. El Oviedo es víctima de un conflicto de géneros narrativos. Hasta el iletrado más recalcitrante habrá de admitir que la literatura determina muchos órdenes de la vida. Más allá de los libros, existimos en función de qué historia protagonizamos o formamos parte.

El pasado junio nos despedimos de una novela fantástica que derivó en un vodevil sin gracia (que es lo peor que le puede pasar a un vodevil). La temporada 2015 / 2016 se planteó enseguida como una búsqueda del paraíso; el éxodo a una tierra prometida que, en su resolución, recurrió a un replicante torpe que ni siquiera supo buscarle épica a un decepcionante final. Cuando aún tratábamos de asumir la sucesión de acontecimientos, se presentó la nueva temporada bajo el signo de una novela realista. Y hay viajes que sólo apetece hacer en una dirección: ¿quién no quiere ir de la realidad a la fantasía? Ahora bien, al contrario ya no es tan agradable.

Recuerdo que Luis Landero, el novelista autor de "Juegos de la edad tardía", afirmó ante la inminencia de su segundo libro, y después del éxito de su debut, que ojalá pudiera publicar la tercera obra después de la primera. Si prescindimos de contextos y circunstancias, el regreso del Oviedo a la Segunda División fue un éxito en términos relativos: no dejábamos de ser unos debutantes siendo como éramos un equipo recién ascendido.

El domingo observaba al Numancia como un posible espejo en el que reflejarnos: un equipo ya tradicional de la división de plata que suele moverse por la zona media de la tabla acostumbrando a su afición a una confortable rutina. Tal vez sea esa rutina la segunda novela que jugadores e hinchas oviedistas nos negamos a escribir. A Landero no le quedó más remedio que publicarla y, a día de hoy, es una referencia de la literatura de este país. Pero hay ocasiones en que las páginas parecen escribirse solas o más bien irrumpe ese narrador implacable que se llama tiempo. La del campeonato de liga es una narración que no puede interrumpirse. Hemos salvado un punto contra el Numancia y su entrenador, Jagoba Arrasate, tiene la sensación de haber perdido tres. No diría yo tanto. Parece que al técnico vizcaíno le va la hipérbole. Considerará, como el Nobel García Márquez, que la literatura es exageración.

Ante el conflicto de géneros, una posible alternativa es aspirar a un equipo de autor. El equipo soriano lo es: juega bajo la firma sutil y elegante del veterano Julio Álvarez: un futbolista que, desde mi punto de vista, mereció haber brillado más de lo que lo hizo en su carrera. En Oviedo soñamos con que Michu ponga su letra definitiva en nuestras páginas. Mientras tanto, no están mal ciertas rutinas: Toché sigue marcando.