Le toca, señor Huerta

Sergio Huerta, ese chico con currículum de niño prodigio pero más falso que una promesa de Lopetegui, está liado para coger el móvil. Y cuando lo hace, y sabe quién está al otro lado de la línea cuelga apresuradamente, como si en vez de ser un periodista el que le requiere estuviera hablando con un comercial que le acaba de despertar de la siesta.

Este colaborador que le sale gratis total al Avilés, con ínfulas de jefe de prensa y que fue ofreciéndose de club en club, por ejemplo al Marino, no tiene un segundo en su imaginaria vida de hombre con cargo. Es normal, porque colgar el plan de trabajo de un equipo de Tercera División es una obligación más esclava que llevar un bar de copas. O sacarse de la manga ingeniosos lemas para aliviar el pesar de dos jugadores recién despedidos requiere tener más mano izquierda que Zapatero. O negociar con el Sporting la cesión de Rachid para un equipo de Primera Regional hay que tener más labia que David Broncano.

Pero Huerta tiene que hacer hueco ya en esa agenda de ministro ficticia. El Real Avilés Sociedad Anónima Deportiva, con todas las letras, como él dice, le necesita. La plantilla solo tiene 16 jugadores y busca desesperadamente refuerzos arriba.

La cantera no está dispuesta a que el juvenil corra la misma suerte que el filial, dilapidado por la horrenda gestión del curso pasado. El Avilés, como si fuera un país sitiado, ya ha quemado casi todos los puentes que le unen con la Escuela y ahora toca tirar de ingenio para salir del atolladero. Es ahí donde debe aparecer Sergio Huerta. Su verdadero cometido es ese y no colgar el teléfono a periodistas ni intentar aparentar con una política de medios que fue la risión para sus colegas y y que nadie, ni siquiera él, cumple. Huerta debe dar un paso adelante para dejar de ser un colaborador voluntario y convertirse en la persona que dijo ser, es decir el jefe de ojeadores. Le toca, señor Huerta.

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