La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Las orejas puntiagudas del conde Drácula

Si nos empeñamos, podemos encontrar en el fútbol las características que hacen de este deporte la causa de todos los males del mundo moderno en general y de la sociedad argentina en particular. En "Drácula", la excelente novela de Bram Stoker, la descripción que hace Jonathan Harker del conde Drácula coincide de forma nada casual con el retrato del "criminal nato" que había trazado el criminólogo italiano Cesare Lombroso: nariz afilada y de puente elevado, cejas abultadas que casi se tocan por encima de la nariz, orejas puntiagudas? Pero no hay criminales natos, como pensaba Lombroso, ni hay rasgos físicos que delatan a los criminales. El rostro del fútbol puede coincidir con los rasgos del fanatismo y de la barbarie y con las caras de los aficionados argentinos que destruyeron la hermosa final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors, pero no hay deportes criminales natos, ni rasgos físicos en los aficionados al deporte que delaten a criminales capaces de apedrear autobuses, rodear el cuerpo de una niña con bengalas y odiar al rival por encima de todas las cosas. Los sucesos en Buenos Aires antes del partido River-Boca en el estadio Monumental son horribles y criminales, pero no creo que estén inscritos en el rostro del fútbol ni en los de sus aficionados del mismo modo que la maldad de Drácula no está escrita en la forma de su nariz y de sus orejas.

Llueve sobre el fútbol y, como siempre, salen los caracoles antifutboleros dispuestos a deslizarse sobre la navaja de las teorías de los aficionados considerados como criminales natos. Si el fútbol, y los aficionados al fútbol, son los culpables del odio, del auge de la extrema derecha y de los desórdenes sociales porque el fútbol lleva escrito en su nariz, cejas y orejas su maldad, entonces habrá que prohibir el fútbol. Pero un futbolero no es un criminal en potencia, y un argentino no es un apedreador de autobuses en potencia ni un bárbaro en potencia capaz de pegar bengalas en el cuerpo de una niña.

Decía Aristóteles que una estatua de Hermes está en la piedra del mismo modo que la mitad de la línea está en la línea y el trigo está en el trigo cuando todavía no está maduro, pero eso no nos permite decir que la tierra y el agua (que para Aristóteles son los elementos de la piedra) son también una estatua de Hermes en potencia. Creo que no es justo decir que la barbarie está en el fútbol como una estatua de Hermes está en la piedra porque el fútbol no es la piedra, sino la tierra y el agua. Entiendo que algunos pretendan buscar las razones de la barbarie en la piedra del fútbol, porque es una tarea tan fácil, cómoda y tan gratificante como buscar rasgos de criminalidad innata en el rostro del conde Drácula. Pero si la estatua de Hermes está en la piedra, la mitad de la línea está en la línea y el trigo está en el trigo todavía inmaduro, el horror de Buenos Aires no está en el partido River-Boca porque River Plate sólo es tierra y Boca Juniors no es más que agua.

A veces, la nariz del fútbol es afilada, las cejas de los aficionados son abultadas y las orejas de un partido son puntiagudas. Pero eso no es fútbol. Esos no son aficionados. Eso no es un simple partido de fútbol, aunque se trate de una final de la Copa Libertadores entre River y Boca. Tenemos que ser un poco más cuidadosos con estas cosas, porque si buscamos las causas de la barbarie en la tierra y el agua terminaremos sospechando de ese tipo con orejas puntiagudas que se sienta detrás de nosotros en el autobús. Hasta el conde Drácula, con su cara de conde Drácula, merece que no le tratemos siempre como si fuera el conde Drácula.

Compartir el artículo

stats