La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

"Fernandismo" a lo Billy Wilder

La propiedad del Sporting y el final de las apreturas económicas

Dicen que no hay peores mentiras que las medias verdades, aunque haya quien crea que el paso del tiempo y la desmemoria -ya sea por el desconocimiento del relato histórico o por conveniencia- lo tapa todo. El comandante en jefe de la nave rojiblanca presume de la salud económica del Sporting, de haber cortado una sangría histórica -por primera vez en más de dos décadas el club cuenta con fondos propios positivos-, y de alcanzar la deuda cero tras unos años en los que la entidad estuvo a punto de desaparecer. Todo cierto. Saquemos la caja de las medallas a pesar de que Javier Fernández afirme que él y sus compañeros de consejo no se van a presentar como los salvadores del Sporting, pero casi. Otra verdad.

Tan cierta como el discurso de los que JF acusa de agoreros, los que no acaban de "entender" que la deuda de los más de 50 millones que casi lleva al Sporting a ocupar un nicho con vistas en Ceares la generaron unos tipos que pasaban por allí, que se colaron en las praderías de Leorio de noche y con alevosía "okuparon" la planta noble. Nada que ver con el "fernandismo" 2.0. Aunque el propietario lleve siendo el mismo desde los 90. ¿Y cuál es ese discurso de los agoreros? Pues el que incluye, entre otras cosas, el ascenso milagroso de los guajes cuando el club no tenía ni para pagar las coca-colas de las máquinas de Mareo, el de los 40 millones de la televisión, el del control financiero de Tebas, el de los hombres de paja que aguantaron el chaparrón -cierto es que nadie les obligó hacerlo a punta de pistola- en los años de plomo de la concursal... Cuestiones para unos de gran importancia, para otros simples detalles nimios, que también ayudaron a sanear la entidad al margen de apretarse el cinturón e ir apagando la luces por los despachos de la casina de cristal para ahorrar. La película rojiblanca recuerda a aquella de Billy Wilder ("Uno, dos, tres") en la que James Cagney interpreta a un alto ejecutivo de Coca-Cola destinado en Berlín en plena guerra fría que tiene un subalterno alemán con claros tics de haber formado parte de las SS. Cuando Cagney le pregunta dónde estuvo durante la guerra, durante los desmanes de los nazis, el tipo se limita a encogerse de hombros y a responder que no sabía nada alegando que trabajaba en el metro y que desconocía lo que ocurría en la superficie: "¿Adolf, qué Adolf?". En el caso del Sporting sería algo así como "¿Amado, qué Amado?", "¿Bahía Sport, qué Bahía Sport?".

Pero para algunos la historia, por muy reciente que sea, además de aburrida, no da de comer. Así que lo mejor es hablar del aquí y ahora. Y el presente, arreglado lo económico, pasa por lo deportivo, la única mancha -una con la que no hay detergente que acabe- de los actuales gestores. Pero eso, profesionalizado el ámbito deportivo, es responsabilidad de Torrecilla, tal y como no se cansa de repetir el presidente. Si es por números, la parcela del balón marcha mejor que nunca: en un par de años dos directores deportivos, cinco entrenadores, decenas y decenas de jugadores, un descenso, un play-off fallido, un nuevo proyecto gripado que debe resucitar un hombre de la casa en el que no creía el capo di tutti capi...

De ponerse a contar medias verdades y volver a jugar con dos barajas, mejor hacerlo bien, ¿no cree señor Wilder?

Compartir el artículo

stats