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De cabeza

Geopolítica

Sobre el derbi y la jugada protagonizada entre el senegalés Ibrahima y el francés Peybernes

Se presentó en la puerta de mi casa: pasado de peso, inmenso. Chupando con gula un puro. Su imagen respondía con exactitud a la imagen que te viene a la cabeza cuando piensas en un personaje como él. Ante mi cara de alucinado, se apresuró a pedirme permiso para entrar y explicarse: soy casi quien tú crees, comenzó a decirme. Digamos que soy pero no soy. Más que Winston Churchill, soy Gary Oldman en el papel del primer ministro británico. Y no nos dejemos llevar por las asociaciones fáciles. Aunque la película que interpreté se titule "El instante más oscuro", nada tiene que ver con la derrota que su equipo ha sufrido en el derbi. Los instantes más oscuros llegan sin avisar y un partido de fútbol ya se sabe con mucha anticipación que se va a celebrar. Tampoco a su rival le convendría lanzarse a una euforia un tanto soberbia. Cuando la euforia no es inocente se prepara, sin saberlo, el reverso de ese entusiasmo. Me he tomado la molestia de visitarle para zanjar una polémica tan estéril como la del gol anulado a su querido Real Oviedo...

Tan enfrascado en su brillante retórica estaba que me costó interrumpirlo para ofrecerle algo de beber e invitarle a que tomara asiento, se pusiera cómodo. Si tenía en casa a Winston Oldman, Gary Churchill (qué lío, quién me va a creer cuando lo cuente) no íbamos a quedarnos de pie en la cocina. Me dio las gracias, se sentó en un sillón y me pidió, por favor, un vaso de agua. Una vez que se lo traje, apagó el puro y me instó a que lo escuchase atentamente: el fútbol, continuó, como la mayoría de las cosas en nuestra vida, es sólo una apariencia que esconde un ruido de fondo. En eso consiste la política, dear Ferdinand, en procurar que nunca se superen las apariencias. Si la realidad superase lo aparente tendríamos, sin ningún género de dudas, un serio problema de orden público. El gol anulado a Ibrahima nunca podría haber subido al marcador y no me corresponde a mí ejercer de árbitro (menudo papel más ingrato). La cuestión es mucho más compleja, cómo diría... más sofisticada, y excede nuestras posibilidades. Que no se quiebren las apariencias, Mr. Menéndez, que no se quiebren. Si el gol de Ibrahima hubiera valido se hubiese roto un principio elemental de geopolítica: el de la preponderancia histórica de la metrópoli. No me ponga esa cara, ¿o es usted uno de esos ingenuos que piden, por favor, que no se mezcle el fútbol con la política? Pero si llevan mezclados toda la vida. El único cambio con respecto al pasado es que ahora hay una mayor ansiedad y un mayor afán por exhibirse en público. No vivimos precisamente tiempos discretos.

Piénselo por un momento, ¿cuál es el lugar de procedencia de Peybernes, el defensa del Sporting que cayó fulminado en su disputa por el balón? Toulouse. Ya sé que es una ciudad muy querida por ustedes: el exilio y demás... Pero no desviemos la atención. ¿Y de dónde es el oviedista Ibrahima? Dakar. La cuestión es evidente, ante un conflicto, por leve que sea, entre un ciudadano de Francia (antigua metrópoli) y uno de Dakar (antigua colonia) nunca conviene tomar partido por los antiguos colonizados. Acuérdese de las apariencias, Fernando. A las colonias ya se les concedió la independencia, mejor no tensar la cuerda. Usted es una persona aficionada a la lectura, ¿recuerda "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad? No, en este caso no hay ese horror ni ese drama, por dios, ya lo sé. Pero en el fútbol, sólo en contadas ocasiones, se rompen los equilibrios y dependencias establecidas. Quién sabe, es posible que tanto tiempo por Tercera División y Segunda B convirtió a su equipo y a su afición en un pobre pies negros, en unos esquilmados congoleños al servicio de orondas monarquías. Pero si hasta el alcalde de su ciudad por aquel entonces los trató a ustedes como una mísera colonia.

Lo mejor que pueden hacer es pasar página, ir a lo suyo. Y tirar de ironía y flema cuando vean a sus vecinos solazarse y regodearse. Mi médico personal suele decir que el exceso de regodeo es un síntoma de ardor de estómago. En fin, sea fuerte my dear. La historia es de quien escribe el final. No le robo más tiempo. Hasta otra ocasión y muchas gracias por su hospitalidad.

Y allí me quedé, petrificado en la silla. Preguntándome a quién iba a contarle esto y que me creyera. Tendré que disimular y disfrazarlo de ficción. Oldman en el papel de Churchill en mi propia casa. Como si eso lo mejorase. Casi hubiera preferido al auténtico político venido del más allá. Y otra duda que me corroe: ¿si Gary Oldman hubiese aparecido bajo el aspecto de Drácula o de George Smiley, el protagonista de "El topo", de qué derbi estaríamos hablando?

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