El número mágico ha aparecido en la actualidad del Sporting. 69 días, ni uno más ni uno menos, es lo que ha durado Pablo Lago como técnico del Sporting. El exfutbolista rojiblanco regresó hecho un hombre para aportar su sapiencia en el mundo del balón a la chiquillería de Mareo y, de paso, ayudar con su ojo clínico a Javier Rico and friends. Pero el fútbol moderno no entiende de colores, ni de pasado. Solo es presente, presente y, si acaso, algo de futuro. Y el presente para Pablo Lago, que con la edad se supone que ya no se enfadará y dejará de respirar porque un plumilla le plante un cero en una crónica dominical, pasa por hacer las maletas y emprender una nueva aventura como segundo entrenador de la Ponferradina, el equipo de los hermanos Blanco. Honor, gloria y buen viaje hacia el Bierzo para Lago. Habrá que ver si es de ida y vuelta como el de Javi López a Lugo. Mareo sigue exportando talento, aunque para Rico suponga tener que remozar aprisa y corriendo el pisito que tenía limpio como una patena para entrar a vivir. Tirando de símil automovilístico, es como si el bólido perdiera una rueda antes de girar la llave de contacto. De fondo, se intuye, decisiones personales al margen, que Gijón ya no es un destino tan apetecible como antes. Ya no abundan los que quieren establecerse en la ciudad, comprar un chalecito en La Guía y hacerse con un perro al que bautizar con un nombre de los de toda la vida -en la villa no se permiten todavía los apellidos comerciales-. Ya no lo hacen ni los de la tierrina, que prueban el número mágico y se van. Da que pensar.
