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Pablo Tuñón

Confianza no es confiarse

Como un café descafeinado o una cerveza sin alcohol llega el derbi. Sin público. El último doloroso tirón en la constante depilación de un duelo al que ya no le queda ni un pelo de lo que fue. Bien sea por la creciente mojigatería de lo políticamente correcto, por la implacable dictadura de las "tebasvisiones" o por una pandemia mundial.

"Es lo que nos toca vivir". El mantra del 2020. A los hinchas de uno y otro bando solo les queda morderse las uñas en la intimidad o citarse de seis en seis. Que siete ya son virus. Y esperar que los suyos hagan su trabajo ante las gradas grisáceas del Tartiere en horario de mandar a los niños a la cama. Por eso de las nueve de la noche, no porque el espectáculo sea para mayores. Aunque puede que, cosa habitual en los derbis, nos ofrezcan porno del duro, difícil de digerir. Salvo que los dos protagonistas encajen bien en el guion: un Oviedo con sensaciones pero sin resultados y un Sporting con más resultados que espectáculo.

La Asturias rojiblanca, encantada con la contundencia de su ejército en la retaguardia y en la vanguardia, desea seguir ondeando la bandera de San Mariño y demostrando que en la Asturias futbolera, como en Los Ángeles baloncestísticos, el número 23 marca la diferencia. Disciplina y rotundidad inspiradas por David Gallego, una máquina, por ahora, de abrir y sellar bocas a partes iguales. El Sporting astur-serbio llega con confianza. Pero no se debe confiar y, pase lo que pase, ha de mantener la vista en el siguiente partido sin perder el único horizonte exigible: regresar a Primera.

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