La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alberto Menéndez

Leschuk puso fin a los despropósitos

El Oviedo se encontró con el inicio del partido soñado por cualquier entrenador: la expulsión de un jugador del equipo contrario, en este caso el tinerfeño Carlos Pomares, y una ventaja de dos goles a los ocho minutos de juego, tantos marcados por Blanco Leschuk. Todo hubiera sido perfecto para los oviedistas en el primer tiempo si no hubiesen cometido un grave fallo defensivo de concentración que permitió a los isleños reducir distancias gracias a un cabezazo de Alex Bermejo. Este gol metió a los de Luis Miguel Ramis en el partido. Y luego, en el segundo tiempo, otro enorme error de marcaje de los oviedistas posibilitó al Tenerife seguir soñando con un buen resultado al obtener, también de cabeza, el tanto del empate. Un total despropósito de los azules. Menos mal que estos fallos al menos les sirvieron a los oviedistas para despertar de una vez y plasmar realmente sobre el terreno de juego tanto su superioridad numérica como técnica, que la hay, o al menos ayer la hubo.

Los jugadores de Ziganda controlaron totalmente el partido desde el primer minuto porque así lo quiso el técnico tinerfeño tras quedarse con un jugador menos. Esa fue su estrategia: encerrarse atrás y buscar sus oportunidades en contraataques y sobre todo a balón parado. Tras el gol de Bermejo hilvanaron los azules buenas combinaciones hasta llegar al área contraria, pero ahí se quedaron, sin crear demasiado peligro. ¿Por qué? Pues por falta de intensidad, de mala leche quizás, por darse por satisfechos con tener la pelota y regodearse con ella. Al final se olvidaron del tiqui-taca y fueron directamente a por la portería de Dani Hernández.

Menos mal que en el Oviedo jugó anoche el argentino Blanco Leschuk y no su sustituto habitual. No solo consiguió los dos primeros goles de los asturianos, sino que también dio el pase del cuarto, el de la tranquilidad, el de Borja Sánchez, y facilitó el tercero. Pero es que además es el faro, la clara referencia de los azules en ataque. Sin él, sus compañeros se quedan huérfanos en el área contraria.

Y también menos mal que Rodri sustituyó a Obeng. Su salida fue providencial. Hizo más al momento de salir al campo que el sustituido durante todo el tiempo que permaneció en él. E hizo más porque la primera pelota que tocó acabó en las redes de la portería visitante tras un gran testarazo, después de un gran centro de Nieto y un hábil movimiento de Leschuk, que se llevó consigo a los dos centrales del Tenerife.

Pero el partido mereció la pena también porque volvió a dejar destellos imaginativos de Borja Sánchez. Cierto, lo más llamativo, su gol. Pero algunas de sus intervenciones de ayer son dignas de enmarcar. Sobre todo una dentro del área tinerfeña, en la que con su sutil toque dejó literalmente sentado a su marcador. Y una segunda, el extraordinario pase a Mossa, cuyo centro fue finalmente encañonado a gol por Leschuk; su segundo tanto. Hubo más detalles de la clase de Borja Sánchez, que ayer sí, ayer luchó hasta la extenuación.

El Oviedo se ha congraciado con el gol. Ahora solo falta que recupere la solidez defensiva.

Compartir el artículo

stats