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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Cráteres en la grada

Sobre el momento del Atlético de Madrid, que parecía lanzado a conquistar la Liga

Cuando Galileo Galilei apuntó con su telescopio al cielo de Italia y descubrió manchas en el Sol, satélites que giraban en torno a Júpiter, cráteres en la Luna y otras irregularidades en un universo que la Iglesia y, antes, el mismísimo Aristóteles pretendían perfecto, nada volvió a ser lo mismo. El mundo del fútbol no es tan grande como el universo, pero tantas cámaras de televisión, tantos micrófonos, tanta atención al detalle más insignificante, tantos ojos sobre la vida privada, pública y mediopensionista de los futbolistas tienen un precio.

Esas cámaras son como el telescopio de Galileo, y muchos gestos que vemos en los partidos de fútbol no son muy diferentes de las manchas solares. El telescopio pilló a João Félix poniendo caritas de niño enfadado después de que su entrenador le sustituyera en el partido Real Madrid-Atlético de Madrid. No todo es perfecto en el club de Simeone, que parecía lanzado esta temporada a conquistar la Liga de las estrellas.

Supongo que el césped de los campos de fútbol no reacciona a la falta de público en las gradas segregando unas toxinas venenosas, como en la inquietante película “El incidente”, que obligan a los futbolistas a comportarse de una forma que avergonzaría a los niños que juegan al fútbol en el patio de un colegio. No son las toxinas venenosas, es la insoportable arrogancia de João Félix la que hace del futbolista portugués una estrella del rock que pone morritos cuando su trasero besa la grada de los suplentes.

No son las toxinas venenosas, es el ridículo geocentrismo de João Félix el que obliga a un futbolista que está muy lejos de poder comer en la misma mesa que Messi a mostrar su enfado ante el mundo sabiendo que ese mundo está mirando. No son las toxinas venenosas, es una percepción distorsionada del universo futbolístico la que condujo a João Félix a ofrecer más espectáculo en la grada del Alfredo Di Stéfano que en el césped. João Félix, Luis Suárez y Saúl Ñíguez, molestos tras ser sustituidos por Simeone, son manchas en el Sol, satélites en torno a Júpiter y cráteres en la Luna. Pero la culpa no la tiene el telescopio.

Los estoicos afirmaban que obrar ya es decidirse, de modo que todos tenemos que saber si es conveniente o no lo que vamos a hacer. No importa que João Félix no sea estoico. Es futbolista del Atlético de Madrid. Y tiene que saber si lo que hace es conveniente para su equipo o no porque sus actos ya son una decisión. ¿Es conveniente que un futbolista de élite deje sus manchas, satélites y cráteres a la vista del telescopio de Galileo? A estas alturas, todos sabemos que el fútbol no es perfecto y ni tan siquiera se acerca a lo que los futboleros, simplemente, soñamos. Pero el fútbol sin público y con el insoportable VAR revisándolo todo hasta la náusea ya es bastante deprimente, así que no necesitamos a chavaletes que deciden obrar sin pensar en su afición, en su entrenador y en sus compañeros.

El filósofo Descartes también era muy arrogante, y podía ser muy desagradable con los que le contrariaban (tras discutir con Pascal sobre la existencia del vacío en la naturaleza, dijo que el único vacío era el que había en la cabeza de Pascal). Pero Descartes fue el tipo que dijo “pienso, luego existo”, mientras que João Félix es el futbolista que patea un objeto en la grada para demostrar que existió en un partido en el que no se le vio. No es lo mismo.

Hay manchas solares y cráteres en la Luna, pero nunca deberían captar la atención de los telescopios futbolísticos porque el fútbol, amigos, se juega en el pasto.

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