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Por fin se ha hecho justicia

El primer ascenso invernal al K2 llevado a cabo por un grupo de nepalíes visto como un ejemplo para los montañeros occidentales

Expedición al K2

La verdad es que la emoción me embarga mientras veo cómo el grupo de nepalíes alcanza la cumbre del K2 en invierno, hombro con hombro, mano con mano, cantando su himno nacional. Por fin, después de tanto tiempo, de tantas ascensiones en la sombra, de tantas hazañas y esfuerzos no reconocidos, por fin, se ha hecho justicia. Y yo me siento orgulloso de su trabajo en equipo, sin quejas, sin lamentaciones, dándolo todo en pos del objetivo común. Dejando a un lado los egos, las medallas, las glorias personales, esas que son tan efímeras, estúpidas, sin que ni siquiera el estúpido se percate, esclavizantes. Y yo me siento orgulloso de haber escalado con ellos, de haber sido aceptado en su comunidad a pesar de que nunca les he llegado a la suela de sus zapatos, ni como montañero ni como persona.

Jorge Egocheaga y "su hermano", Mingma Dorji Sherpa, en Nepal

Los escaladores occidentales van, suben usando su huella, las cuerdas por ellos fijadas, los campos por ellos preparados... a la vuelta sólo se habla de la gloria personal, de la “conquista” superlativa, y en el discurso, los sherpas desaparecen como por arte de magia. Después de tantos años, de tantas expediciones, ahora finalmente tendrían la posibilidad reivindicar su realidad. Pero pudiendo hacerlo de forma revanchista, lo realizan ofreciendo su logro a la humanidad en aras del trabajo en equipo, el sacrificio, el esfuerzo y el apoyo mutuo, elementos en los que se deberían basar los pilares de cualquier sociedad “avanzada”, por encima de los intereses partidistas, la necesidad imperiosa de ejercer poder sobre los demás, los síndromes de las jefaturas estúpidas, la confrontación inmadura y la propaganda.

Ellos, pertenecientes al tercer mundo, ese que despreciamos por subdesarrollado, escaso en tecnologías y economías, nos han demostrado una vez más cómo es posible. Podremos llevar a cabo increíbles hazañas futuristas, creernos el ombligo del mundo, aquel que desprecia lo ““atrasado” y así, de esta forma, seguiremos matando al menos común de los sentidos. Y sólo cuando todo esté a punto de terminar nos daremos cruel cuenta de que nadie es nada en sí mismo, pues la individualidad está desnuda de cualquier importancia.

Vaya, quería escribir sobre la pandemia pero me ha podido más la increíble ascensión invernal al K2... o quizás no.

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