La carrera hacia la senectud convierte lo ocurrido la semana pasada en algo con tintes prehistóricos. Y si a eso se le suma el efecto que ha tenido la pandemia de borrar de la memoria todo lo que no sea respirar a través de un trozo de polipropileno y que el olor a gel hidroalcohólico se imponga al del Varón Dandy, pues es lógico que lo ocurrido antes de los nuevos tiempos se intuya tan lejano como la muerte de Franco o el 23-F.
Un año, solo un año, hace de la última vez que la Mareona hizo acto de presencia. Fue en El Sardinero. Fue el día en el que Murilo de Souza, el último servicio de Torrecilla a la causa, marcó para delirio de la grada tomada por los rojiblancos. Poco después, JF dejó de saludar al salmantino por los pasillos y le bloqueó en el “guasap”. El amor se había agotado y había que buscar recambio.
Fue el día en el que Murilo de Souza, el último servicio de Torrecilla a la causa, marcó. Poco después, JF dejó de saludar al salmantino por los pasillos y le bloqueó en el “guasap”. El amor se había agotado y había que buscar recambio
Aquel también fue el día en el que Carmona, el “Diez” ahora exiliado en el banquillo a excepción de cuando hubo que dar la cara ante las bajas causadas por el “covidgate”, marcó su último gol con el Sporting. Doce meses después, Murilo ya es historia, Carmona va camino de ello y la Mareona está confinada. En la mejor temporada de su equipo en años, a la afición rojiblanca le toca morderse las uñas y celebrar los goles de Djuka ante la pantalla amiga a la espera de tiempos mejores. Y a poder ser, sin mascarilla. Para lo demás, doctrina Gallego: día a día.