El oviedismo está de celebración. El club azul –el de Herrerita y Tensi; el de Tartiere y Prieto; el de Cervero y Curro– cumple 95 años. A un lustro de distancia de un número redondo como el del centenario, el Oviedo y sus gentes viven en un estado de incompleta felicidad. Echar la cabeza atrás desde donde hoy se encuentran puede dar hasta vértigo. Ya cuenta la hija de Tensi en estas páginas que su padre abandonó este mundo con la preocupación de si el Oviedo sobreviviría a aquellos tiempos inciertos.
Pero en el fútbol la única memoria que funciona a todo trapo es la cortoplacista. Así que hay a quien no le cuadran las cuentas cuando se consulta la hoja de ruta marcada desde allende los mares: otro año que se escapa el partido en el Bernabéu. La pelotita no entiende ni de exigencias históricas ni del peso de los escudos. Ziganda ya lo lleva avisando, aunque a su manera, una larga temporada.
Incluso cuando desde el vestuario se alentó la llama de la pasión del play-off, el Cuco fue quien sacó el extintor por si cambiaba el viento, las llamas se descontrolaban y el asunto acababa en la unidad de quemados.
Incluso cuando desde el vestuario se alentó la llama de la pasión del play-off, el Cuco fue quien sacó el extintor por si cambiaba el viento, las llamas se descontrolaban y el asunto acababa en la unidad de quemados
En pleno aniversario del club, y ante la visita de la Ponferradina al Tartiere, el navarro insiste en que hay que ser “racionales y realistas”. Con 95 años sobre los hombros, ya toca, pero el fútbol es de todo menos realista y racional. Así lo crearon y así se quedará.
