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Eloy Méndez

Pase al hueco

Eloy Méndez

La opinión sobre el Sporting-Mirandés: Carencias al descubierto

La incapacidad para matar el partido y la fe a distancia de José Alberto

El Sporting demostró ayer que el fútbol es el único invento moderno capaz de desmontar en hora y media las obras completas de Descartes, Spinoza y Leibniz. Después de una segunda parte gloriosa en Vallecas, con la reincorporación de los dos internacionales y frente a un rival hecho jirones por los estragos del coronavirus, banquillo incluido, los de David Gallego sucumbieron por primera vez esta temporada en El Molinón en un loco atropello a la razón que sacó a relucir de forma abrupta e inesperada carencias por todos conocidas, pero adecuadamente tapadas durante los dos últimos meses.

No faltó Djurdjevic a su cita dominical con el gol, pero sí falló todo lo demás. Los centrales, tan importantes o más que el montenegrino por vía paterna para la racha rota ayer, solo generaron malas noticias: el segundo tanto del Mirandés lleva la firma de Marc Valiente (con Mariño de colaborador necesario) y la quinta amarilla a Babin le deja sin billete de avión para Tenerife (al menos, Borja López tendrá en la isla una merecida oportunidad de acuerdo al rendimiento previo a su sorpresiva suplencia). En el centro del campo, Cristian Salvador confirmó como titular que es un bregador, pero en ningún caso un jugador determinante. Por delante, Manu García volvió a funcionar a chispazos. Así no se enciende una pira. Pero de que nada saliera según lo previsto tuvo la culpa, ante todo y por encima de todo, el conservadurismo acérrimo de un equipo que se empeña en no matar los partidos cuando los tiene de cara, ni siquiera en casa y ante un adversario en cuadro e inferior por definición. Y la fe de un Mirandés que hizo de tripas corazón para sobreponerse a las ausencias.

José Alberto dejó claro a casi 400 kilómetros que Segunda es una cuestión de fe en uno mismo. El entrenador del pueblo, así bautizado desde que las pacientes gentes rojiblancas se lo impusieran a gritos al malogrado Torrecilla, le ha arrebañado los seis puntos al club que lo vio nacer, crecer y multiplicarse como profesional en dos partidos con un denominador común: la entrega. Una cruel manera de callar insaciables bocas críticas. Que llegue pronto la recuperación.

Lo mejor del partido, jugado a la imprudente hora del almuerzo un Domingo de Resurrección, es que ya ha pasado. La derrota perfila aún más la clasificación para la promoción como el objetivo realizable. Ni el Sporting era hace unos días un equipo de Primera ni ahora ha dejado de ser un solvente candidato al ascenso. Prietas las filas. Queda trecho para el verano.

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