La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LNE FRANCISO GARCIA

La opinión sobre el derbi: El uno y trino rojiblanco

Dios hizo el mundo en seis días y dejó el séptimo para el fútbol. Divino espectáculo este, capaz de concitar a un millón de fieles de una región escasamente levítica a una doble y anual eucaristía. Un Sporting-Oviedo en El Molinón, templo centenario, se convierte cada vez en inevitable celebración litúrgica. En el misal sportinguista hay tres santos que ocupan esta temporada la peana más elevada del panteón: el uno y el trino. Mariño, Manu y Djurdjevic, o sea. El que las para, el que las pone y el que las mete. Del cancerbero poco hay que decir, salvo que es, de largo, el mejor de la categoría. Si se manejara mejor con los pies, ya blindaría un arco de Primera.

Quien tiene la llave de la puerta es quien manda en la casa. Del centrocampista podría aventurarse que su mayor habilidad es convertir las limitaciones en virtudes. Parece que no está, pero sus apariciones provocan el pánico ajeno. De ahí que sea uno de los jugadores más perseguidos y pateados. Por último, dicen que el nueve puro es una especie futbolística en peligro de excepción, de ahí que tipos de irrupción en estampida como Haaland se cotizan por las nubes. En la batalla de las áreas, en el territorio exclusivo de los depredadores, el Sporting atesora una gran ventaja sobre el Oviedo: Uros Djurdjevic. El balcánico es jugador discontinuo que sufre ataques de vecería, salvo este año, que ha cuadrado el círculo y multiplicado la suma. Ojo, que Djuka llega al derbi con los ojos inyectados en sangre.

Compartir el artículo

stats