Suena la alarma de incursión aérea en la zona abuhardillada de Mareo. Llegan los Stukas. Hay pánico, carreras y puede que algún palo. La derrota en el derbi –solo 14 de los últimos 71 jugadores que han pasado por el Sporting saben lo que es ganar al eterno rival– dispara las apuestas sobre si a Gallego y su feligresía les ocurrirá lo mismo que el año del casi ascenso con Marcelino y que la temporada de Baraja en la que el sprint se quedó corto.
Más allá del nuevo palo ante el Oviedo y la constatación de que a este Sporting le falta algo para hacerse con un partido que todos –digan lo que digan– quieren ganar, algo está pasando. En principio, y a pesar de las tres derrotas consecutivas, nada grave que el viernes no curen tres puntos ante el Zaragoza de Torrecilla. Hasta ahora, con más o menos brillantez, el plan ha venido funcionando, así que no tiene por qué no seguir haciéndolo.
La derrota en el derbi dispara las apuestas sobre si a Gallego y su feligresía les ocurrirá lo mismo que el año del casi ascenso con Marcelino y que la temporada de Baraja en la que el sprint se quedó corto
Otra cosa es que a Djuka no le lleguen balones en condiciones, al “19” le resulte más satisfactorio jugar en Europa que en Gijón y que el hasta ahora infalible Mariño haya comenzado a petardear. A estas alturas del camino, el enemigo más peligroso del Sporting es el propio Sporting. El mal de altura afecta a todos los que andan por ahí arriba, y los de Gallego ya deberían estar acostumbrados. Pero algo, y no precisamente un Stuka de la Luftwaffe, ha disparado la alarma en la zona abuhardillada. ¿Qué habrán visto?