La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Emilio Pérez de Rozas

Mi última charla con Arnau, por Emilio Pérez de Rozas

Las confesiones que el director deportivo azul le hizo a un periodista antes de morir

Luis Enrique, con Arnau

Volvía el público, parcialmente, a los estadios y decidí que, tal vez, sería bueno sondear a los profesionales del fútbol cómo sentaría ese regreso en los vestuarios, en los equipos, en los futbolistas. Cómo se sentirían al volver, de pronto, sus aficionados de la misma manera que se fueron (como me dijo el mallorquinista Salva Sevilla, “lo duro fue que desaparecieran de pronto, eso sí fue duro de asimilar, que vuelvan ahora será maravilloso”) cuando la pandemia del covid-19 se convirtió en un drama.

Mi última charla con Arnau

Era cosa de escoger un psicólogo/a, por ejemplo, Ares Zamora; un comentarista y, encima, exfutbolista, exgoleador, ‘Pichi’ Alonso; un entrenador, Juan Antonio Anquela; un extodo, hasta exdueño de parte pequeña del Betis, Llorenç Serra Ferrer; un futbolista, ya digo, el casi cuarentón pero cerebro y protagonista del ascenso del RCD Mallorca, el bueno de Salva Sevilla…y un director deportivo, por qué no Francesc Arnau, responsable de esa parcela en el Real Oviedo, ya salvado.

Arnau contestó mi WhatsApp, el miércoles, como un rayo. Casi al minuto. Le pedía si tendría seis minutos, “va, venga, con cinco lo hacemos”, le comenté para que picase, y su contestación fue, insisto, casi al instante (era miércoles) con un “encantado, cuando quieras”. ¡Ya!, ahora. “Sí, sí, si te va bien ahora, ahora”.

Y fue ahora. Y fue una charla maravillosa. Serena. Estupenda. No solo distendida sino muy cómplice, como era natural en alguien de Barcelona, con su Barça al fondo, del que hablamos poquito aunque siempre, siempre, “deseando que vuelva a encontrar el camino con Joan Laporta y todos los que queremos que, además de jugar bien al fútbol, luzca bonito”.

Salvado el Oviedo, a Arnau se le notaba bien, feliz, aunque, claro, no es lo mismo verle la cara a alguien que oír su voz. Hablamos del tema por el que le llamé y me dijo que “para los jugadores y más cuando te estás jugando mucho, la presencia del público es vital. Los aficionados son los dueños de este deporte, no quiero decir negocio, ni espectáculo, ¡deporte! Ellos son el alma, sin ellos no somos nadie. Jugamos para ellos”.

Es evidente que como director deportivo, Arnau consideraba que “la gran profesionalidad que existe en un vestuario hace que estas cosas se noten menos, pero está claro que, en algunos futbolistas, el asunto mental, la motivación, la presión, el juicio que puedan hacer los aficionados en el campo, a favor y/o en contra, influye mucho, repito, en algunos, de forma decisiva”.

Me hizo gracia una frase que dijo: “Tienes que tener en cuenta, Emilio, que hay gente que se viste para ir al fútbol. Quiero decir, que hay gente que esto de ir al fútbol, a ver y animar a su equipo, forma parte de todo un ritual, que, te gustará o no, que compartirás o no, pero que me parece maravilloso”. Eso sí, Arnau lamentaba que, durante todos estos meses y partidos, “al fútbol, en los estadios, le han faltado esos gritos de ánimo tan vitales en nuestro deporte, incluso ese silencio que, a menudo, te empuja en el lanzamiento de una falta directo o ese rumor que provoca la gente que, a veces, intimida al rival y al árbitro, sí, sí, también al árbitro. Es evidente que ellos, los aficionados, influyen mucho en el ánimo de los jugadores, en su comportamiento y, sí, claro, también en sus temores y dudas, en ser atrevidos o miedosos”.

Temores, dudas, atrevidos, miedosos. ¡Dios!

Compartir el artículo

stats