Junio agita a los clubes. En las oficinas suben los decibelios, los jugadores pisan Ibiza meditando su destino, los agentes se ganan el pan y los periodistas mantienen su oficina abierta 24 horas. Junio aprieta. Son días en los que muchos dicen adiós y aprovechan para soltar lastre y conceder los “off the record” más interesantes del año: que si ese delantero fue abroncado antes del último partido, que si aquel veterano tiene una cuenta de incógnito en Twitter, que si este departamento del club recela de aquel… Días de decir adiós y de dar la bienvenida. Aunque esto último en el caso del Oviedo admite matices.
Porque, entrados en junio, el club mantiene la puerta de acceso cerrada. Urge el nombramiento de un director deportivo, algo así como la base de cualquier proyecto. A estas alturas ya se sabe que para Carso la asignatura pendiente es precisamente esa, el proyecto. Algo más que vivir al día.
Dos días después de la impactante pérdida de Arnau, el Oviedo empezaba a descolgar el teléfono para tratar con candidatos. Lo que ha pasado desde entonces es un guion conocido. Movimientos, trámites, llamadas, diferencias horarias… Y esa inseguridad que a veces transmite el Oviedo con las decisiones de calado. Para ese nombramiento, acuda a la ventanilla 12 y rellene el impreso 32B.
La elección del director deportivo marcará un estilo. Definirá, en parte, ese proyecto que se demanda. Por eso el perfil del elegido es tan importante. Y por eso se entiende la cautela, hasta cierto punto. Pero el mercado no espera por nadie y en la jungla de la competitiva Segunda ya hay opciones avanzadas en su momento que cada día ponen un pie más lejos del Tartiere. Junio, ese mes de agitación en los clubes de fútbol, que el Oviedo transita con calma chicha. “El proyecto pasa por profesionalizar el club”, repiten los críticos de dentro, siempre “off the record”.
