El día en el que España e Italia irán al choque, abandona la carretera de la vida y toma el desvío hacia otros lugares (se supone que mejores) Raffaella Carrá, ya saben, la de para hacer bien el amor hay que venir al Sur, que el Norte está lleno de frío y no apetece. Así es la final de la Eurocopa que nos espera: el Norte contra el Sur; el fútbol latino contra el de allá arriba. Aunque a estas alturas de la película son pocos los países y las Ligas que mantienen un estilo propio reconocible por todos.
Italia ya no juega como Italia, ni Inglaterra como Inglaterra. A Malta ya no le caen doce goles por partido e Irán compite como el que más. La democratización del fútbol ha llevado a su estandarización. La duda es que si esto ha mejorado el espectáculo a costa de restarle romanticismo. ¿Será el motivo por el que Florentino pregona que el fútbol aburre y por eso está muerto? Si es así, el fiambre ha tenido un repunte milagroso en estas semanas de Eurocopa.
España e Italia, países entre los que la Carrá ejerció de nexo de unión allá en la noche de los tiempos, pugnarán por un puesto en la gran final, esa que dicen que está preparada para que la gane Inglaterra con permiso de los daneses
España e Italia, países entre los que la Carrá ejerció de nexo de unión allá en la noche de los tiempos, pugnarán por un puesto en la gran final, esa que dicen que está preparada para que la gane Inglaterra con permiso de los daneses. La justificación es que los ingleses juegan en casa, en Wembley, en la que ha sido la Eurocopa de las mil sedes. ¿Y hasta ahora cómo había sido el tema? ¿Dónde jugaron, por ejemplo, España e Italia los mundiales que les tocó organizar? Pues eso. Circulen y que pase el siguiente con otra disculpa.
