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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La opinión del día sobre el Sporting, el Oviedo y los Juegos: Mojando las ganas en el café

Los Juegos más raros desde los de Berlín de la Alemania nazi, las quejas por el Estado parapolicial-sanitario y las camas de cartón de la Villa Olímpica antisexo

Controles sanitarios a la llegada a Tokio EFE

Tic, tac, tic, tac. Llegan los Juegos Olímpicos. Puede que sean unos de los más raros de la historia junto con los del Berlín de la Alemania nazi: el contexto, el clima que los rodea, es todo menos una fiesta del deporte. En Japón no los quieren, pero a los nipones no les queda otra: hay compromisos que cumplir. La otra opción es pagar indemnizaciones millonarias, pero no está el patio como para poner a funcionar la máquina de hacer billetes. Por eso el control de las delegaciones que entran es y será exhaustivo.

Ya hay quien se queja de que todo lo que rodea a los deportistas no es otra cosa que un Estado parapolicial-sanitario. El virus manda y en Japón el porcentaje de la población vacunada está lejos del 30 por ciento aunque el Gobierno pisara a fondo el acelerador en las últimas semanas. Tanto poder tiene el virus que los japoneses han tomando medidas que afectan incluso a lo que ocurre de puertas adentro de la habitación de los deportistas alojados en la Villa Olímpica: camas de cartón para evitar arrejuntamientos nocturnos.

Las camas son de cartón. Todo lo que sea necesario para impedir que un lanzador de peso encuentre el amor en los brazos de una gimnasta con más huesos que carne

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Todo lo que sea necesario para impedir que un lanzador de peso encuentre el amor en los brazos de una gimnasta con más huesos que carne. En otro momento esta intromisión en la intimidad de los muchachos y muchachas –recordémoslo, todos insultantemente jóvenes, sanos y fibrados– se habría considerado una vulneración de derechos fundamentales. Pero los tiempos han cambiando y el deporte es lo primero. Porque los Juegos Olímpicos son el único escaparate que tienen los deportes que no son el fútbol. Y solo se celebran cada cuatro años. Así que habrá que mojar las ganas en el café. Todo sea por el “citius, altius, fortius”.

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