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Antonio Rico

Al oro

Antonio Rico

La opinión sobre los Juegos: Sombras en la piscina

Mireia Belmonte se queda a las puertas del podio en los 400 estilos

El arqueólogo francés George Daux decía que los nombres tienen poder, pero las sombras tienen autoridad. No hace falta ser un experto en literatura antigua ni un estudioso del Oráculo de Delfos para estar de acuerdo con Daux. Basta con ver la final de los 400 estilos masculinos de los Juegos Olímpicos de Tokio. Basta con disfrutar de una carrera emocionante e intensa en la que Chase Kalisz y Jay Litherland devolvieron la gloria olímpica a los Estados Unidos en una prueba tradicionalmente dominada por los nadadores estadounidenses. El poder del oro y la plata olímpicas es para ellos. Pero en la piscina de Tokio también nadaron las sombras de los inmortales Tom Dolan, Ryan Lochte y, todos en pie, Michael Phelps. Y ellos tienen la autoridad.

Ganar un oro olímpico es muy difícil, pero nadar contra una sombra es dificilísimo y, a veces, ingrato. En la final de los 400 estilos masculinos los espectadores nadábamos con los poderosos Kalisz y Litherland, pero también con las inmensas sombras de Dolan, Lochte y Phelps. ¿Cómo se puede nadar con una sombra? Asumiendo que las sombras no se cansan. ¿Cómo se derrota a una sombra? Entendiendo que la única forma de derrotar a la sombra de Phelps es aceptar su autoridad. ¿Y cómo es posible que unos aficionados que solo sabemos de natación lo que vemos cada cuatro años (o cinco) en unos Juegos Olímpicos tengamos la osadía de reconocer la categoría de sombra y otorgar la autoridad a Phelps y no a Kalisz? Por la misma razón por la que Pericles decía que si bien unos pocos pueden dar origen a una política, todos los atenienses eran capaces de juzgarla. Solo unos pocos pueden participar en unos Juegos Olímpicos, y poquísimos colgarse una medalla. Pero todos los que participamos en los Juegos Olímpicos desde el sofá de nuestras casas somos capaces de juzgar las actuaciones de nadadores, atletas, surfistas, tenistas o piragüistas. Es así. Todos los aficionados al deporte llevamos dentro a un ateniense capaz de juzgar una política o una final de 400 estilos. Los nadadores ganan el oro, la plata y el bronce. Ellos tienen el poder. La autoridad de las sombras está más lejos, es más alta y mucho más fuerte que el oro, y depende del juicio de los atenienses.

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