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Antonio Rico

Al oro

Antonio Rico

Las faldas del Vesubio

Reflexiones y enseñanzas de los Juegos Olímpicos

1. ¿Tiene sentido el fuego olímpico en estos tiempos de pandemia y crisis? El fuego olímpico, a diferencia del fuego que arrasa estos días el Mediterráneo, es difícil de encender, pero fácil de compartir.

2. ¿Es importante el número de medallas conseguidas en los Juegos Olímpicos y la posición en el medallero? Como decía Heráclito de Éfeso acerca del oráculo de Apolo en Delfos: el oráculo no esconde ni revela, sino que indica.

3. ¿Alguien entiende algo de esa jerga financiero-esotérica que eclipsó injustísimamente la gran victoria de Kipchoge en Maratón y que envuelve a Messi, el Barça y el PSG? El lenguaje del fútbol moderno, como la lengua del pueblo dothraki en “Juego de Tronos”, es dificilísimo y en él no existen las palabras “por favor” y “gracias”.

4. ¿Merece la pena que un atleta como García Bragado, que ya está en el Olimpo del deporte, sufra en la brutal prueba de los 50 kilómetros marcha sabiendo que no ganará otra medalla olímpica? Como decía Kierkegaard, no existe ninguna sensación tan abrumadora que no se pueda dejar atrás andando (o marchando).

5. ¿Qué mérito tienen esos deportistas que se limitan a correr más rápido, saltar más alto o pedalear más fuerte que el común de los mortales? A nadie se le ocurre decir que Sócrates estaba sentado en la cárcel esperando la cicuta a causa de cierta disposición de sus huesos, músculos y tendones. El deporte olímpico, como las decisiones de Sócrates, es algo más que huesos, músculos y tendones.

6. ¿El bien que hacen los atletas a la comunidad es efímero y no nos hace mejores y, como decía Jenófanes de Colofón, es mejor componer una canción sobre cómo beber en un banquete que ganar una prueba olímpica? El filósofo y emperador Marco Aurelio insistía en que era importante saber que el buen vino es solo zumo de uva y la toga pretexta no es más que lana de oveja teñida con sangre de marisco, pero el vino está muy rico, la toga es muy elegante y ver a las chicas de la selección española de waterpolo en el podio de unos Juegos Olímpicos es para siempre y nos convierte en mejores personas.

7. ¿De verdad un tipo como Saúl Craviotto necesitaba partirse el alma durante cinco años para ganar una medalla olímpica más? Como dice Patty en un capítulo de “Las chicas Gilmore”: necesitarlo, no; pero quererlo, sí.

8. ¿No es ridículo dedicar los mejores años de una vida a prepararse para participar en unos Juegos Olímpicos, renunciando a tener cuanto antes un trabajo digno, una hipoteca aceptable y unas vacaciones con todo incluido? Para Nietzsche, el secreto de la felicidad estaba en vivir peligrosamente: “¡Edificad vuestras ciudades en las faldas del Vesubio!”.

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