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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Messi, Alarico, Odoacro y el fin de Roma

No sé si, futbolísticamente hablando, estamos ante la toma y saqueo de Roma por los godos de Alarico en el año 410, o más bien ante la deposición de Rómulo Augústulo, último emperador romano de Occidente, por Flavio Odoacro en el año 476. En los dos casos estamos hablando de la caída de Roma, una ciudad (“la” ciudad) que se consideraba eterna y tan inconquistable como el alma inconquistable del poema “Invictus” que ayudó a Nelson Mandela a soportar 27 años de prisión. El alma de Mandela fue inconquistable, pero Roma no. ¿Qué es el fin de Messi en el Barça? ¿Estamos ante el saqueo del Camp Nou por parte de los bárbaros del norte? ¿O más bien ante la deposición formal de una forma de ver el fútbol que parecía inmortal?

El saqueo de Roma por los godos de Alarico fue un golpe terrible para Roma, que dejó de ser inconquistable. Pero la ciudad de Roma no fue destruida por los godos, ni los ciudadanos romanos fueron exterminados (aunque muchos fueron asesinados). La noticia de la caída de Roma se extendió por el Imperio como la noticia de la salida de Messi del Barça inundó las redes sociales. San Jerónimo, que tradujo la Biblia del hebreo y griego al latín (la llamada “Vulgata”), dijo tras la caída de Roma que su voz se ahogaba en su garganta y cuando escribía sus lágrimas empañaban el texto.

¿Y no fue esto lo que le ocurrió a Messi en su durísima rueda de prensa en medio de los godos? ¿No se ahogó la voz en la garganta de Messi, y también en las de muchos culés, cuando el futbolista argentino intentó explicar lo inexplicable, lo imposible, lo innombrable? ¿No empañaron las lágrimas los tuits de muchísimos aficionados que asistían al saqueo de Roma con la impotencia de los romanos que solo podían refugiarse en las basílicas de San Pedro y de San Pablo para evitar caer en manos de los godos? ¿Acaso el Museo del Barça, como nueva basílica de San Pedro, no se convirtió en el último refugio de los barcelonistas conmocionados ante la caída de un club que, si bien ya no era el centro del Imperio del fútbol como Roma había dejado de ser el centro político del Imperio en favor de Milán o Rávena, seguía siendo más que un club como Roma continuaba siendo más que una ciudad? Messi deja el Barça. ¿Alarico entra en Roma?

¿O no es así? Puede que no estemos ante la caída de Roma que estremeció al mundo, sino ante la deposición formal de un futbolista que no significa el final de una era que ya había terminado mucho antes. Los romanos de la época no vivieron la deposición de Rómulo Augústulo como un cambio de época, y cuando Odoacro envió las insignias imperiales a la corte de Zenón, emperador de la parte oriental del Imperio, en Constantinopla, no hubo llanto y crujir de dientes porque hacía ya mucho tiempo que el trono imperial de Roma no era el de Augusto o Teodosio. Messi, insignia imperial de un Barça que un día gobernó el mundo, será enviado a la corte de Nasser Al-Khelaïfi en París pero, en realidad, esta Constantinopla ya es la segunda Roma.

¿Saqueo de Roma y robo de Messi, o deposición formal del último emperador y traspaso de Messi a Constantinopla? La historia lo dirá.

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