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La medalla que se merece el luanquín Miguel García

El técnico asturiano fue responsable de la preparación de cinco de las embarcaciones ganadoras de medalla en las olimpiadas de Río-2016, Londres-2012, Pekín-2008 y Tokio- 2020

Miguel García Fernández.

Suma y sigue. El gozoniego Miguel García Fernández, responsable técnico del K-4 500 metros de España en los Juegos Olímpicos de Tokio, añadió a su palmarés la que ha sido su quinta medalla olímpica, en esta ocasión de plata. Y es que hace la friolera de 25 años, en Gainesville, el luanquín, en aquella oportunidad como palista formando barco de equipo nacional español en K-4 1.000 metros con Jovino González Comesaña, Emilio Merchán Alonso y Gregorio Vicente Hernández, en la Olimpiada de Atlanta, quedó quinto –diploma olímpico. Del mismo modo, conseguía otro diploma, esta vez por su sexto puesto en K-1 500 metros. 

En la matinal del sábado de Piragües –fecha en la que debería haberse celebrado el Descenso Internacional del Sella, cancelado por segundo año consecutivo- al otro lado del Planeta, en Tokio, el leridano afincado en Gijón Saúl Craviotto Rivero (Lérida, 3/11/84), el mallorquín Marcus Cooper Walz (Osford, 3/10/94) y los gallegos Carlos Arévalo López (Betanzos, 6/11/93) y  Rodrigo Germade Barreiro (Cangas de Morrazo, 23/8/90), acabaron como subcampeones olímpicos en K-4 500 metros, medalla de plata, luchando hasta el último aliente por el oro, este ganado por los todopoderosos germanos, los grandes favoritos. 

 En la anterior olimpiada, en Río-2016, la K-4 1.000 metros del equipo nacional español, con Luis Brasero Merino de responsable técnico, configurada por el parragués Javier Hernanz Agüeira –que también fue olímpico en los Juegos de Atenas, aunque en aquella oportunidad en K-2-, junto con los gallegos Óscar Carrera y Rodrigo Germade y el vasco Íñigo Peña Arriola, cosecharon un quinto puesto y, por ende, diploma olímpico. Las medallas se las repartieron los representantes de Alemania, Eslovaquia y República Checa, en tanto, el cuarto puesto fue para Australia. 

 El K-4 de la selección española siempre ha sido uno de los iconos del piragüismo de este país en aguas tranquilas, pese a no clasificarse para Juegos Olímpicos de Sydney, Atenas, Pekín y Londres, aunque sí acudieron a esas citas otras modalidades y especialidades (kayak y canoa). Reseñar el K-4 español es recordar inolvidables épocas de los palistas Chema Esteban Celorrio, el ceutí Díaz Flor, el candasín Herminio Menéndez y el gallego Ramos Misioné, medalla de plata en Montreal (1976), batidos por la Unión Soviética; y campeones del Mundo en Belgrado (1975). 

El nuevo éxito de Saúl, Marcus, Arévalo y Germade llegó después de unos meses previos algo caldeados a raíz del selectivo para configurar la tripulación que se desarrolló en Trasona (Corvera de Asturias), poniendo en entredicho la planificación del responsable técnico del equipo, Miguel Garcia. Al final, los resultados han avalado en excelente trabajo despachado en ese último ciclo olímpico por el entrenador gozoniego –medalla de oro en Copa del Mundo en Szeged, este mismo año- y cuya guinda al pastel "elaborado" con su metodología fue esa presea de plata con sabor a oro en Tokio. 

 Atrás, casi en el olvido, quedan los malos momentos que pusieron, muy a su pesar, a Miguel García en el foco del huracán. El tiempo, como no podía ser de otra manera, puso a cada uno en su sitio y a “el Negro”, como cariñosamente le motejan sus cercanos palistas, en la cúspide del olimpismo, junto a ese gigantesco EQUIPO –con mayúscula- forjado en aguas del embalse de Trasona, sin olvidar otros escenarios –CEAR se La Cartuja, por ejemplo-. Todo fruto de un gran trabajo, de muchos años, en ocasiones tragando carros y carretas, sin rechistar para no herir sensibilidades. Ahí está el resultado, ¡plata!, tras mucho aguantar presiones desde otros lares.

Con esa nueva “chapa”, y las que aún quedan por arañar en venideras citas olímpicas, va siendo hora de que sea reconocida la dilatada trayectoria deportiva de Miguel García Fernández –uno de los mejores técnicos a nivel mundial- en esta comunidad astur, por lo que no sería descabellado pensar, como mínimo, en la concesión de la medalla de Asturias, en su categoría de oro. Ya es hora de ser profeta en su propia tierra, no solo en sus raíces de Luanco y Gozón, sino en el Principado de Asturias. Nunca es tarde si la dicha es buena y van cinco preseas como preparador del equipo nacional

¡Qué menos! 

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