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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Punto es punto

Los futbolistas ya no hablan, o hablan muy poco

Nunca imaginé que diría esto, pero echo de menos los viejos tiempos (estoy hablando de hace unos meses, claro) en que los aficionados nos tragábamos los topicazos salidos de la boca de los futbolistas con el mismo dulce despiste con el que un niño traga cucharada tras cucharada de papilla mientras ve los dibujos animados en la tele. Partido difícil y complicado, el rival nos pondrá las cosas muy difíciles, intentaré hacerlo lo mejor posible, lo importante es que el equipo juegue bien porque los resultados llegarán, la afición se lo merece todo, jugaré en la posición que me diga el míster, un punto es un punto, nos faltó algo de suerte en el remate, lo voy a dar todo por esta camiseta… Ay. Qué felices éramos cuando no sabíamos que éramos felices.

Los futbolistas ya no hablan, o hablan muy poco, o se les escucha bajito, o se les presta menos atención, o yo qué sé. Ahora habla gente rarísima que tiene tanto que ver con el fútbol de grada, sofá o barra del bar como un tanque de la II Guerra Mundial con un haiku. ¿Quién demonios es Al Khelaïfi? ¿Qué nos importa el pesadísimo duelo entre Tebas y Rubiales? ¿Cómo es posible que esa cosa llamada “fair play financiero” sea más importante que los goles, las paradas o los regates? ¿Quién ha permitido que la Superliga inexistente nos distraiga de la Liga existente? ¿Desde cuándo las declaraciones de Aleksander Ceferin (“la piedra más pequeña de la pirámide no es más importante que la más grande”) son interpretadas como si fueran el oráculo de Delfos? ¿No les parece que Laporta habla demasiado? ¿Y no creen que Florentino Pérez aparece demasiado? ¿Por qué los representantes, los intermediarios, los conseguidores y los padres y las madres de los artistas del balón se cuelan en nuestras vidas opinando sobre un juego que no nació para morir de éxito y tontería? ¿Dónde quedó el entrañable y profundísimo “fútbol es fútbol”?

En aplicación del principio de Hanlon, habría que decir que no debemos atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez. Así, los responsables de ese ridículo lío acerca del aplazamiento del partido Sevilla-Barça y los que diseñaron el gigantesco absurdo de la suspensión del partido entre las selecciones de Brasil y de Argentina no son malos, sino estúpidos. Y, como dice Ricardo Moreno en su “Breve tratado sobre la estupidez humana”, la estupidez de esos tipos es más dañina que la maldad porque la maldad tiene cierta lógica y se puede luchar contra ella, pero la estupidez carece de lógica. ¿Cómo luchar contra la estupidez que se adueñó de lo que debería haber sido un partido de fútbol entre dos selecciones sudamericanas? ¿Quién puede soplar y soplar y soplar y soplar hasta derribar las estúpidas leyes del mercado pasadas por las palabras de unos dirigentes futboleros infectados de esa misma estupidez? Por favor, que vuelvan los partidos “difíciles y complicados” en las ruedas de prensa. O que los malos tomen el poder. Contra los malos se puede luchar. Contra la estupidez de un CEO hablando de fútbol sin saber nada de fútbol o del presidente de un club retorciendo la realidad para adaptarla a sus necedades no hay nada que hacer, salvo aplicar a sus palabras la navaja de Ockham y el “punto es punto” de Boskov.

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