El derbi se resiste a morir y sus estertores nos están dejando un bonito panorama de conspiraciones infinitas como matrioskas. Los “expertos” en destapar complots un día señalan como culpables a los habitantes de la Delegación del Gobierno, al siguiente al eterno rival y horas después a las unidades de “disuélvanse y no me hagan corrillos” de la Policía.
El cantar de que vivimos en un Estado plutocrático y demopolicial es más viejo que los petos de pana, y ya no cuela. O, al menos, cansa. A estas alturas ya debería estar claro que en cuanto se desenfunda una porra el señor diálogo ya no se encuentra entre nosotros. ¿O todavía hay gente en la sala que cree que los cascos azules de la ONU reparten peladillas cuando la cosa se pone tensa?
Montar una causa general por unos sillazos, unos botellazos y unos porrazos tampoco sería la solución. Pero a la Policía se le han irritado las gónadas de que entre la chavalería (futbolera o no) se haya puesto de moda jugar a la kale borroka cuando se les va la mano con el calimocho.
A la Policía se le han irritado las gónadas de que entre la chavalería (futbolera o no) se haya puesto de moda jugar a la kale borroka cuando se les va la mano con el calimocho.
Así que bien harían los clubes en ayudar o, por lo menos, ponerse de perfil y guardar silencio, porque al calor de las primeras detenciones, y tras el “señor juez, yo no fui, yo pasaba por allí” de rigor, resulta que “unidos en lo bueno y en lo malo; en la pobreza y en la riqueza”. Y sobre todo, que en tres telediarios habrá un partido de vuelta y no vaya a ser que todavía nos toque una eliminatoria de Copa. Ya saben, la conspiración de la conspiración.