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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La opinión del día sobre los insultos en el Oviedo-Sporting: Clooney y el fútbol en cápsulas

En el fútbol de Tebas todo está encapsulado como en una de esas dosis de café que anuncia el bueno de George: café de mil sabores para todos los públicos, sexo, religión, raza u orientación sexual.

Javier Tebas

En el fútbol moderno, el de Tebas y la perfección del color en su televisión, en el campo y en el verde de los ojos de la mascota de turno de medidas perfectas establecidas por los que mandan (y pagan), todo está bajo control, todo está encapsulado como en una de esas dosis de café que anuncia el bueno de George Clooney. Café de mil sabores para todos los públicos, sexo, religión, raza u orientación sexual.

Casi, casi, como el fútbol de Tebas, el deporte convertido en negocio-espectáculo para lo bueno y para lo malo. Y como tal, el Fútbol SA necesita un control de calidad del envoltorio del producto, porque lo de la calidad del producto mejor para otra ocasión.

Entre los controladores del asunto destacan unas damas y/o caballeros que informan a LaLiga de todo lo que ocurre el día de partido. Y todo es todo. Como por ejemplo, que en el derbi hubo unos que dijeron “p… capital” y otros, para ser más exactos unos quinientos –siempre según estas damas y/o caballeros–, que contestaron con un “p… aldea”.

A muchos les sonará el tema, uno de esos grandes éxitos de ayer, hoy y siempre. No así parece a las damas y/o caballeros que controlan el asunto y que cobran algo menos que los 925 euros del salario mínimo por partido. Los hay que hacen un par de bolos cada fin de semana. Así que saquen la calculadora.

El Fútbol SA necesita un control de calidad del envoltorio del producto, porque lo de la calidad del producto mejor para otra ocasión

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Por ese precio, ¿quién no estaría dispuesto a diferenciar los que silban de los que insultan y de los que cantan? ¡Nada menos que quinientos! Eso es tener ojo y oído. Son las cosas del fútbol encapsulado. Di que sí, George, ponte un ronda de capuchinos y que siga el “¡ring, ring, caja!”.

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